“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.” Filipenses 3:12
Vivimos en un día de fórmulas instantáneos que supuestamente pueden ser aplicadas a todo bajo el sol desde cenas de microondas a “como enriquecerse” en tres lecciones fáciles. Nuestra “sociedad de botón” y edad computarizado nos ha condicionado para pensar en soluciones rápidas y fáciles a una multitud de problemas.
Cuando se trata de la madurar del carácter, algunos han caído víctima también a ese tipo de pensamiento instantáneo. Sed “llenos del Espíritu,” dicen algunos y “¡ése es el secreto a la vida victoriosa!” “Debe abandonar y crucificar el Yo,” dicen otros, “y entonces usted subirá de repente a un nivel nuevo de espiritualidad.” Todavía, otros dicen “descubre sus Dones Espirituales y empieza a funcionar en el cuerpo de Cristo.” Junto con estas ideas, por supuesto, va la lectura de la Biblia y fórmulas de la oración. Ahora todas estas declaraciones son dignas de consideración cuidadosa. Pero en sí mismos son generalizaciones vagas que frecuentemente confunden a ministros nuevos y viejos igual. No hay ningún atajo para llegar a ser un ministro maduro, se toma tiempo y esfuerzo para llegar a ser el ministro que Dios quiere que seamos.
¿Como se conoce a un ministro maduro? Ésta no es una pregunta nueva. Esto era un problema en el tiempo de los apóstoles. Cuando Timoteo permaneció en Efeso para ayudar a los cristianos que maduraran, el se encaro con personas que querían ser maestros y líderes en la iglesia. El Apóstol Pablo aplaudió a esos que querían trabajar en la obra de Dios. “Buena obra desea,” escribió el apóstol (I Timoteo 3:1). “Pero,” él implicó, “estar seguro que sea cierto tipo de persona.” Tito, también, se encaro con esta problema en Creta (Tito 1:5).
Los dos pasajes en las cartas del Apóstol Pablo a Timoteo y Tito forman un perfil poderoso para probar el nivel de madurez de un ministro. (I Timoteo 3:1-7; Tito 1:1-10). La siguiente es una lista combinada de estos requisitos espirituales:
1. Irreprensible 11. No pendenciero
2. Marido de una esposa 12. No contencioso
3. Templado 13. Manso
4. Prudente 14. Libre del amor de dinero
5. Respetable 15. Uno quien administra bien su familia
6. Hospedador 16. Una reputación buena con esos afuera de la iglesia
7. Apto para enseñar 17. Amador de lo bueno
8. No dado al vino 18. Justo
9. No soberbio 19. Devoto
10. No iracundo 20. No un neófito
El Apóstol Pablo fue más allá de las generalizaciones de esas características específicas que son marcas de un ministro maduro. Esta es una persona que ha madurado por un proceso de desarrollo y crecimiento sobre un período de tiempo. Ha aprendido a reflejar a Jesucristo en su estilo de vida total.
Seguramente se implica que esta persona “se ha despojado del hombre viejo” y “se ha vestido del nuevo”. Él ha abandonado esas actitudes y modos de comportamiento que estaban conectados con su estilo de vida anterior, y ha adoptado esas actitudes y modelos del comportamiento que son los de Cristo. Pero también es obvio que esto ha sido el resultado de un proceso de llegar a ser más y más conforme a la imagen de Cristo.
Usted notará que en esta lista entera no hay referencia a Dones Espirituales. El Apóstol Pablo no dijo busca a una persona con Dones Espirituales. De hecho, hay muy poca referencia a una capacidad o una habilidad. Más bien, de los veinte requisitos enumerados, diecinueve de ellos tienen que ver con la reputación del ministro, su ética, moralidad, temperamento, hábitos, y madurez espiritual y psicológica. Y el otro tiene que ver con su capacidad de dirigir su propia familia.
Algunos ministros tienen la idea que ellos deben descubrir sus Dones Espirituales antes que ellos pueden empezar a servir en el ministerio. Desafortunadamente, esto es poner la carreta antes del caballo. La Biblia enseña que debemos empezar por madurar nuestro carácter. Debemos asegurarnos que hemos desarrollado las calidades que son especificadas por el Apóstol Pablo.
Debemos todos fijarnos como una meta para nuestras vidas el desarrollo de las características especificadas por el Apóstol Pablo. Es relativamente fácil de evaluar la aptitud de un ministro que desea trabajar por el Señor en la base de criterios académicos. Él puede tener muchos talentos y habilidades, pero no calificaciones básicas. El Señor más bien preferiría tener un ministro quien es calificado espiritualmente y psicológicamente que uno quien tiene mucha habilidad y es todavía carnal. El ministro que tiene las calidades mencionados por el Apóstol Pablo puede desarrollar rápidamente habilidades y usarlos para la gloria de Dios. Necesitamos todo el entrenamiento que podemos conseguir. Pero en todo nuestro entrenamiento si no desarrollamos calificaciones básicas para la madurez ministerial, no estamos preparados seguramente para ser un ministro de Dios.
Hemos escogido estas características de I Timoteo y Tito por las siguientes razones: En primer lugar, aparecen ser normativo para la madurez del ministro. Se mencionan con respecto a las personas quienes han de funcionar en el ministerio. La segunda razón por seleccionar estas características es que aparecen ser calidades que cada ministro debe esforzarse a tener.
Un ministro maduro “no aparece repentinamente.” Se toma tiempo, es un proceso que no es completo hasta que estamos con Cristo. Pero hay un nivel definido de madurez que es discernible, ambos por el ministro quien evalúa su propia vida así como también esos quien se asocia con él. Él es reconocible.
¿“En dónde empiezo?” La respuesta es tomar cada una de estas características, entender lo que significa, y luego establecer cada uno como una meta para su vida. Entonces proceder momento por momento y día a día para convertirse en el ministro maduro que Dios quiere.
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