Mateo
11:28
Hay algo muy poderoso en cuanto a una invitación. El
saber que alguien se interesa en uno lo suficiente como para desear nuestra
presencia e invitarnos a un encuentro puede tener un profundo impacto. De
hecho, pocas cosas nos alegan tanto como el recibir una invitación personal a
un evento importante.
Una y otra vez la Biblia
extiende al hombre la invitación para entrar en compañerismo personal con Dios
y ser colega y socio en traer la redención a este mundo perdido y necesitado.
Alguien ha dicho que la Biblia es un libro de invitaciones divinas al hombre,
pidiéndole que sea socio de Dios en su plan para redimir al mundo.
Aunque algunas de esas invitaciones nos pueden llenar de
gozo y alegría, haciéndonos sentir atesorados y especiales, otras nos llenan de
temor al reconocer que son oportunidades para que maduremos y crezcamos. Pero
sin importar la emoción que pueda producir la invitación, siempre son
extendidas desde un Corazón de perfecto amor. Todas requieren una respuesta.
Una Invitación a
Esperar: (Salmo 62:5, Salmo 40:1, Isaías 40:31)
Para algunos, lo más difícil en nuestras vidas es
esperar. La invitación de Dios más común es la espera. Casi todos los
personajes importantes en las Escrituras tuvieron que atravesar momentos de
espera. Noé esperó 40 días en el Arca durante la tormenta, y luego 150 días
antes de desembarcar cuando terminó de llover. Moisés esperó 40 años en Madián
y 40 años más en el desierto. Israel esperó 400 años para ser liberado de
Egipto. David, Isaías, Jeremías, Gedeón, Elías, Pablo, Pedro e innumerables
otros héroes bíblicos fueron forjados en el crisol que llamamos “la espera.”
Para muchos de nosotros, ésta es una invitación que
preferiríamos ignorar. Requiere que nos libremos de nuestra necesidad de controlar
a las personas y circunstancias, y que realmente confiemos en Dios. Requiere
que soltemos nuestras propias agendas, nuestras cosas y expectativas irreales,
para creer que Dios está en control y que Su tiempo es mucho mejor que el
nuestro.
Vivimos en un mundo gobernado por una adicción a la
prisa. Comida rápida, filas cortas, conversaciones deprisa, oraciones ligeras,
reuniones breves, etc., todo intenta ser eficiente y productivo. La tecnología,
que ha provisto una vida más fácil a esta generación que cualquiera anterior,
ha complicado nuestra obsesión por resultados inmediatos. Hemos llegado al
punto que no podemos esperar, y la característica principal de nuestra sociedad
es la impaciencia. Las Escrituras nos dicen que la paciencia es fruto del Espíritu
Santo, cultivada y acrecentada en nuestros corazones por la disposición de
rendir nuestras vidas caóticas a Dios y esperar en Él. Pero una fe auténtica
reconoce que Dios va a actuar donde uno se encuentra, si tan sólo está
dispuesto a esperarlo.
Dios requiere que los que esperan en Él abandonen sus
vidas agitadas, que reconozcan Su absoluta presencia y que se acerquen a Él en
toda reverencia y devoción. Les invita a que se acerquen a Su presencia en
humildad, pero en confianza, asegurando que cada una de sus palabras y acciones
expresen amor y gratitud a Dios.
Una Invitación a Adorar: (Juan 4:23)
La adoración es realmente uno de los conceptos más
importantes y frecuentemente expresados en la Biblia. Dios invita a todo el que
es llamado por Su nombre a adorarle en espíritu y en verdad. La adoración
ocurre como respuesta a la invitación, instigación y capacitación de Dios
mismo. Es mencionada en varias formas cientos de veces en las Escrituras. Dios
invita a hombres y mujeres para que sean adoradores, verdaderos adoradores,
quienes por medio de vidas entregadas y obedientes, le adoren en espíritu y en
verdad.
Dios requiere que los que esperan en Él abandonen sus
vidas agitadas, que reconozcan Su absoluta presencia y que se acerquen a Él en
toda reverencia y devoción. Les invita a que se acerquen a Su presencia en
humildad, pero en confianza, asegurando que cada una de sus palabras y acciones
expresen amor y gratitud a Dios.
Una Invitación a Seguir: (Mat. 4:19-20)
Seguir a alguien requiere verdadera humildad, atención
cuidadosa y la necesidad de tomar riesgos. Seguir a otro requería que dejara a
un lado su propia voluntad para seguir al líder. Todos tenemos potencial de ser
líder a cierto nivel. Pero en una cultura obsesionada con el tema del
liderazgo, nadie quiere ser seguidor.
Sin embargo, eso es exactamente lo que Dios procura
cuando nos invita a venir y seguirle. Cuando aceptamos Su invitación, le damos
permiso para que desarrolle nuestro carácter y moldee nuestro corazón. Ya no
somos los toscos personajes de antes, haciendo lo que nos da la pura gana de
hacer. Ahora debemos aceptar el reto de seguirle, volteando cuando Él voltea,
deteniéndonos cuando Él se detiene, tomando otro camino cuando Él toma otro
camino, amando a quien Él ama, y sirviendo a quien Él sirve.
Hay sobre 1,400 referencias en las Escrituras sobre
personas que sirven. Algunos son esclavos, pero a otros Dios llama Sus
“amigos,” y son descritos como siervos, y funcionan como ejemplo de lo que Dios
mismo estima. Entregaron sus vidas en total y gozosa sumisión, y aceptaron Su
invitación de humillarse y seguirle.
La invitación para
descansar: (Mateo
11:28)
Desde el inicio
de la historia humana el hombre ha sido una criatura intranquila. Alejado de
Dios, el hombre es un ser peligroso, indomable. Le falta la tranquilidad que
tan sólo viene de Dios por medio de la gracia salvadora de Jesucristo.
La
epidemia actual del divorcio, del alcoholismo y de la inmoralidad es el
resultado directo del carácter destructivo del pecado. Esta diabólica inquietud
ha apremiado nuestro mundo como una enfermedad contagiosa y ha llegado a ser la
causa fundamental de los problemas domésticos, sociales y políticos. Este
desasosiego espiritual que rige en la vida del ser humano es la causa
primordial de la inmoralidad en el mundo.
Los
psicólogos, que han estudiado cómo funciona la mente, confiesan que la
psicología no es capaz de resolver todos los problemas mentales y emocionales
de la gente. Los sociólogos, adiestrados en el arte de la ciencia social,
confiesan que la sociología no puede resolver los tremendos problemas en cuanto
a las relaciones humanas. Los líderes
políticos han señalado la decadencia moral en la gente, pero no podemos menos
que notar que ninguno de ellos indica cómo restaurar la integridad moral que la
humanidad necesita urgentemente para evitar la destrucción. Muchos líderes
políticos han confesado en lo privado que no saben cómo hacer frente al dilema
moral.
Por otra
parte, actualmente hay una señal prometedora: multitud de personas se dan
cuenta de su gran necesidad espiritual y moral. Muchas personas eminentes que
antes eran cínicas hoy en día admiten que nuestros pueblos necesitan una
transformación que los limpie de la insensibilidad, la decepción y la
inmoralidad.
Se puede
ver un desasosiego en casi cada esfera de la vida. Este espíritu de
desasosiego, que se manifiesta de muchas maneras, se debe básicamente, a la
separación entre el corazón humano y Cristo quien es autor de la paz. Estas
personas, que sienten y padecen su inseguridad, podrían hallar paz espiritual y
descanso físico al entregar sus vidas a Jesucristo (Isaías 57:20, Deuteronomio
28:67). Necesitamos llevar a las almas perdidas y necesitadas a la presencia
del Salvador, quien dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados, y yo os haré descansar”.
La
invitación al discipulado: (Mateo 28:18-20,
Marcos 3:13-15)
Somos
salvos a fin de servir; redimidos para llevar fruto espiritual, tomados en la
red del evangelio para que lleguemos a ser pescadores de hombres. La invitación
al discipulado debe inspirar a todo el mundo. ¡Imagínese! ¿No es un privilegio
ser socio con Dios en la redención y la renovación del mundo? Jesús dijo:
"Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi
servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará" (Juan 12:26). El
discipulado nos permite estar íntimamente asociados con Cristo y, al cumplir
fielmente las responsabilidades del verdadero discipulado, recibimos la
aprobación y el favor de Dios mismo.
¿Quisiera
usted hacer tesoros en el cielo? Entonces deja de lado todo lo que te estorbe y póngase a trabajar en la viña del Señor. Hay
oportunidades para trabajar en todo lugar. Algunos vecinos suyos necesitan a
Cristo, sus hijos son todavía inconversos, sus colegas en los negocios han
visto muy poco de Jesucristo en usted. Le invito en el nombre de Cristo a
hacerse un eficiente pescador de hombres.
¿Cómo puedo
hacerme discípulo de Cristo? La respuesta se encuentra en la Palabra de Dios:
"Cualquiera que quisiera venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, y tome
su cruz y sígame", dice Jesús. Antes de que usted pueda seguir a
Jesucristo y ser su discípulo, el egoísmo tiene que ser crucificado, para que
Cristo sea preeminente en su corazón y vida.
Jesús dijo
también: "Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis
discípulos". El vocablo discípulo quiere decir uno que aprende, un alumno,
un seguidor. La salvación puede ser instantánea, pero el discipulado es algo
que aprendemos de Jesucristo. Tenemos que conocer la palabra de Dios antes de
enseñarla. De modo que, el segundo requisito para el discipulado es: permanecer
en "mi palabra", y si esto lo hacemos llegaremos a ser verdaderos
discípulos.
También de
los labios de Jesús escuchamos: "En esto es glorificado mi Padre, en que
llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos" (Juan 15:8). Si el yo
está crucificado y el espíritu tiene dominio, inevitablemente se verán los
frutos del discipulado en nuestra vida.
Un
verdadero discípulo de Cristo llevará el fruto del Espíritu, el cual es:
"Caridad, gozo, paz, tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre,
templanza". Esto es producido en nuestra vida por el Espíritu Santo. Al
someter nuestra voluntad a la voluntad del Dios, él produce este fruto
sobrenatural en nuestra vida. Las personas con quienes tenemos que
relacionarnos de día en día verán que hemos estado con Jesús. Vamos a reflejar
el carácter de Cristo. El secreto de una vida cristiana es: Cristo
viviendo en nosotros y produciendo frutos.
La
invitación de vivir en la presencia de Dios y bajo su dominio (Juan 15:4-10)
La salvación
personal no es un encuentro ocasional, consiste en morar con Dios. El
cristianismo no es un pasatiempo; es una vocación permanente. David, regocijado
porque su vida estaba en las manos de Dios, dijo en el Salmo 91: "El que
habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente". Si
usted estudia bien este Salmo, va a descubrir que en Dios tenemos una morada
permanente, y que toda la comodidad, seguridad y afecto que el corazón humano
desea se encuentran en él.
Los
psiquiatras dicen que una de las necesidades básicas del hombre es la
seguridad. Este Salmo nos asegura que en Dios tenemos la más grande seguridad.
Escuchen: "no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues que a
sus ángeles mandará cerca de ti, que te guarden en todos tus caminos..."
Otra
necesidad básica de la humanidad es el cariño. Otra vez dice David en el Salmo
91: "Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré: le pondré
en alto, por cuanto ha conocido mi nombre". El que permanece en Dios es
objeto del cuidado y amor divinos.
El mundo
jamás ha visto un amor mayor que el de Dios manifestado en su Hijo Cristo
Jesús. El corazón del mensaje evangélico se resume en estas palabras
significativas de Romanos 5:8: "Mas Dios muestra su amor para con nosotros,
en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros".
Estas
invitaciones vienen directamente de los labios de Cristo mismo. Ningún hombre
jamás ha hallado descanso completo en nadie aparte de Cristo. A las multitudes
de trabajados, cargados y acongojados, él invita: "Venid a mi... que yo os
haré descansar" ¿Quiere usted conocer descanso, gozo, paz, seguridad y
amor? ¿Quiere usted experimentar lo que significa pertenecer? Entréguele su
vida y su corazón completamente a Cristo. Yo le prometo que usted puede obtener
paz con Dios, paz en el alma, paz en la mente, y un gozo que no ha conocido
antes.