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EDUCATION: Holt High School, Holt Mich., Lansing Community College, Southwestern Theological Seminary, National Apostolic Bible College. MINISTERIAL EXPERIENCE: 51 years of pastoral experience, 11 churches in Arizona, New Mexico and Florida. Missionary work in Costa Rica. Bishop of the Districts of New Mexico and Florida for the Apostolic Assembly. Taught at the Apostolic Bible College of Florida and the Apostolic Bible College of Arizona. Served as President of the Florida Apostolic Bible College. Served as Secretary of Education in Arizona and New Mexico. EDUCACIÓN: Holt High School, Holt Michigan, Lansing Community College, Seminario Teológico Southwestern, Colegio Bíblico Nacional. EXPERIENCIA MINISTERIAL: 51 años de experiencia pastoral, 11 iglesias en los estados de Arizona, Nuevo México y la Florida. Trabajo misionera en Costa Rica. Obispo de la Asamblea Apostólica en los distritos de Nuevo México y La Florida. He enseñado en el Colegio Bíblico Apostólico de la Florida y el Colegio Bíblico Apostólico de Arizona. Presidente del Colegio Bíblico de la Florida. Secretario de Educación en los distritos de Nuevo México y Arizona.

Monday, October 28, 2024

EL PERDÓN ES INDISPENSABLE


El tema del perdón en la Biblia es extenso. Y sin embargo, muchos cristianos luchan por poner en práctica lo que dice la Biblia. La realidad es que el perdón es difícil. Pero, aunque es difícil, el perdón también nos ofrece un camino hacia una vida mejor.

El perdón es un tema central en la Biblia. El perdón es un mensaje clave en casi todos los libros. Los cristianos están llamados a perdonar a los demás, como Dios nos perdona a nosotros. Pero, ¿qué dice exactamente la Biblia sobre el perdón? La Biblia nunca da una definición del perdón, pero nos muestra muchos ejemplos de él. El mayor de todos los ejemplos es el perdón de Dios (Salmo 103:8-12).

En pocas palabras, perdonar es dejar ir los males que nos han hecho. La Biblia no se detiene allí. El perdón no solo se nos da a nosotros. Estamos llamados a perdonar a quienes nos rodean. Nuestro perdón a quienes han pecado contra nosotros es un reflejo del perdón de Dios a nuestros pecados. Los versículos bíblicos sobre el perdón se dividen en dos categorías, Dios nos perdona y nosotros perdonamos a quienes nos rodean.

Un Cambio De Actitud En El Corazón Y La Reconciliación De Las Relaciones:

La Biblia define el perdón como el acto de perdonar las ofensas y dejar ir el resentimiento hacia alguien que nos ha hecho daño. Implica un cambio de actitud en el corazón y la voluntad de reconciliar las relaciones rotas. Hace hincapié en responder a las malas acciones con misericordia en lugar de venganza (Mateo 6:14-15). En lugar de exigir justicia o pago por las ofensas contra nosotros, liberamos al ofensor de la culpa y de la deuda que nos debe. Como dice Colosenses 3:13: “Soportaos unos a otros y perdonaos unos a otros si alguno tiene queja contra otro. Así como Cristo os perdonó, así también perdonad”. Esto hace eco de la enseñanza de Cristo de que debemos perdonar “setenta veces siete” (Mateo 18:21-22).

El perdón va más allá de simplemente perdonar a alguien externamente. El verdadero perdón también implica un cambio interno en el corazón en la forma en que vemos a la persona. Según Efesios 4:31-32, debemos “desechar toda amargura, enojo, ira, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean amables y misericordiosos unos con otros, perdonándose unos a otros, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo”.

En lugar de seguir viéndolos negativamente como un “enemigo”, nuestro objetivo es tener compasión. Si bien no toleramos su mala conducta, reconocemos su humanidad y esperamos su arrepentimiento y restauración. Como Jesús oró desde la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).

Lo ideal es que el perdón conduzca a la reconciliación y a la restauración de la relación entre las dos partes una vez que haya arrepentimiento y se restablezca la confianza. Sin embargo, incluso si el ofensor continúa haciendo el mal sin arrepentirse, o la reconciliación no es posible, aún estamos llamados a perdonar (Lucas 17:3-4). Como declaró Cristo: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5:7).

El perdón trae libertad tanto al ofendido como al ofensor. Para el ofendido, elegir perdonar en lugar de tomar represalias o vivir en la amargura nos permite dejar atrás el dolor emocional y seguir adelante. Para el ofensor, recibir el perdón abre la puerta a la sanación, el arrepentimiento y la reconciliación en lugar de la condenación.

El perdón también implica dejar de lado internamente la amargura, el resentimiento y los deseos de venganza. Tomamos la decisión consciente de no detenernos en la ofensa ni exigir una compensación. Como explica Romanos 12:19: “No os venguéis, mis queridos amigos, sino dejad lugar a la ira de Dios”.

Las Enseñanzas De Jesús Sobre El Perdón:

En los Evangelios, Jesús enfatiza repetidamente la importancia de perdonar a los demás. Enseña que Dios nos perdona generosamente, por lo que también debemos perdonar a los demás de la misma manera. Por ejemplo, en Mateo 6:14-15, Jesús dice: “Porque si ustedes perdonan a los demás sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial. Pero si no perdonan a los demás sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará sus ofensas”. Aquí, Jesús establece una conexión directa entre el perdón de Dios hacia nosotros y nuestro perdón hacia los demás.

Jesús usa parábolas para ilustrar aún más este punto. En Mateo 18:21-35, cuando Pedro pregunta cuántas veces debe perdonar a su hermano, Jesús responde con la parábola del siervo despiadado. El siervo de la historia recibe el perdón de una gran deuda de su amo, pero se niega a perdonar una deuda mucho más pequeña que le debía otro. Jesús concluye: “Así es como mi Padre celestial tratará a cada uno de ustedes si no perdonan de corazón a su hermano”. Esto pone de relieve que debemos perdonar a los demás para recibir el perdón de Dios.

El Perdón Requiere Admitir Las Faltas Cometidas:

Un componente clave del verdadero arrepentimiento es admitir los pecados y las malas acciones. A muchas personas les cuesta decir “lo siento” o reconocer las formas específicas en las que han cometido errores. Sin embargo, la Biblia nos llama a confesar nuestros pecados abierta y transparentemente a los demás y a Dios (Santiago 5:16; 1 Juan 1:9).

El perdón comienza por asumir la responsabilidad por el daño que hemos causado con nuestras palabras, acciones o actitudes. Jesús perdonó a muchos, pero siempre les dijo: “Vete y no peques más” (Juan 5:14).

Consejos para admitir las faltas cometidas a fin de buscar el perdón:

1. Sea específico acerca de la ofensa en lugar de hacer una disculpa general.

2. Utilice declaraciones en primera persona como “No debería haber…” en lugar de desviar la culpa.

3. Valide los sentimientos de la persona si la ha herido u ofendido.

4. Asegúrele que tomará medidas para evitar repetir la ofensa en el futuro.

5. Pregúntele qué puede hacer para enmendar sus acciones.

Perdonar A Los Demás Que Se Arrepienten:

Así como Dios está dispuesto a perdonar a quienes se arrepienten, también debemos estar listos y dispuestos a perdonar a quienes se disculpan sinceramente y buscan enmendar el daño (Mateo 6:14-15). Esto puede ser muy difícil, especialmente cuando las ofensas son profundas. Pero aferrarse a la amargura y el resentimiento solo nos lastima a nosotros, no a quien le ofendió. Cuando las personas se arrepienten, debemos procurar restaurar la relación en lugar de exigir un castigo.

Principios bíblicos para perdonar a quienes expresan remordimiento y arrepentimiento:

1. Recuerda cuánto te ha perdonado Dios (Mateo 18:21-35).

2. Ora para que tengas la fuerza y ​​la gracia para perdonarlos.

3. Deja de lado el derecho de buscar venganza o exigir justicia tú mismo.

4. Desea lo mejor para la persona que te hizo daño.

5. Esté dispuesto a comenzar a reconstruir la confianza y restaurar la relación.

El arrepentimiento genuino abre la puerta al milagro del perdón y la reconciliación. Así como Cristo nos ha perdonado, también nosotros debemos perdonar a los demás de corazón (Efesios 4:32).

Perdonar Y Olvidar:

A menudo escuchamos la frase perdonar y olvidar, y esto puede ser engañoso. Como respuesta a esta frase, a veces escuchamos: “Perdonaré, pero nunca olvidaré”. Perdonar y olvidar no significa que una persona que ha sido agraviada desarrolle algún tipo de amnesia. Una persona que ha sido abusada nunca olvidará lo que sucedió. Una persona que ha sufrido a causa de un cónyuge adúltero siempre recordará esa experiencia. Sin embargo, es posible que cada una de estas personas contra las que se ha pecado perdone y también olvide, siempre que se tenga en cuenta la definición bíblica de olvidar.

En la Biblia, recordar y olvidar no tiene que ver con la retención de información en el mente. En Génesis 8:1, después del diluvio, “Dios se acordó de Noé”. ¿Acaso esto implica que por un tiempo Dios se había olvidado de Noé, y luego un día se acordó de él? No, el concepto bíblico de recordar tiene que ver con “elegir actuar”, y olvidar significa “negarse a actuar” sobre la base de algo. Cuando la Biblia dice que Dios “se acordó” de Noé, significa que Dios eligió actuar en nombre de Noé y envió un viento para ayudar a que las aguas retrocedieran más rápidamente. Dios promete que, bajo el Nuevo Pacto, “perdonaré su maldad y no me acordaré más de sus pecados” (Jeremías 31:34; Hebreos 8:12; 10:17). Dios no olvida que las personas han pecado, pero, cuando perdona, elige no actuar sobre la base de esos pecados. Es similar al sentimiento expresado en 1 Corintios 13:5 donde “el amor no guarda rencor”. En la frase perdonar y olvidar, los dos términos son realmente sinónimos. Ambos significan que la persona que ha perdonado no seguirá guardando rencor contra el ofensor ni lo tendrá en cuenta en interacciones futuras. Una persona puede recordar que sucedió, pero puede elegir no actuar en consecuencia, es decir, olvidar según la Biblia.

Preguntas para reflexionar en relación con el perdón:

1. ¿He confesado mi pecado y he recibido el perdón de Dios?

2. ¿Hay alguien contra quien he pecado y a quien debo pedir perdón?

3. ¿Hay alguien que ha pecado contra mí y me ha pedido perdón, pero yo me he negado a perdonar?

4. ¿Hay alguien a quien le guardo rencor por errores pasados?

5. ¿Estaría dispuesto a perdonar si el ofensor me lo pidiera?

 

FORGIVENESS IS INDISPENSABLE


The topic of forgiveness in the Bible is extensive. And yet many Christians struggle to actually put what the Bible says into practice. The reality is forgiveness is hard. But while hard, forgiveness also offers us a way into a better life.

Forgiveness is a central theme in the Bible. Forgiveness is a key message in just about every book. Christians are called to forgive others, as God forgives us. But what exactly does the Bible say about forgiveness? The Bible never gives a definition of forgiveness, but it shows us many examples of it. The greatest of all examples is the forgiveness of God (Psalm 103:8-12).

Simply put, to forgive is to let go of the wrongs that have been done to us. The Bible doesn’t stop there. Forgiveness isn’t just given to us. We are called to forgive those around us. Our forgiveness of those who have sinned against us is a reflection of God’s forgiving our sins. The Bible verses about forgiveness fall into two categories, God forgiving us, and we forgiving those around us. 

Changed Heart Attitude and Reconciliation of Relationships

The Bible defines forgiveness as the act of pardoning offenses and letting go of resentment toward someone who has wronged you. It involves a changed heart attitude and a willingness to reconcile broken relationships. It emphasizes responding to wrongdoing with mercy rather than vengeance (Matthew 6:14-15). Rather than demanding justice or payment for offenses against us, we release the offender from guilt and the debt they owe us. As Colossians 3:13 states: “Bear with each other and forgive one another if any of you has a grievance against someone. Forgive as the Lord forgave you.” This echoes Christ’s teaching that we should forgive “seventy times seven” times (Matthew 18:21-22).

Forgiveness goes beyond merely pardoning someone externally. True forgiveness also involves an internal heart change in how we view the person. According to Ephesians 4:31- 32, we are to “Get rid of all bitterness, rage and anger, brawling and slander, along with every form of malice. Be kind and compassionate to one another, forgiving each other, just as in Christ God forgave you.”

Rather than continuing to view them negatively as an “enemy,” we aim to have compassion. While not condoning their wrong behavior, we recognize their humanity and hope for their repentance and restoration. As Jesus prayed from the cross, “Father, forgive them, for they do not know what they are doing” (Luke 23:34).

Ideally, forgiveness will lead to reconciliation and restored relationship between the two parties once there is repentance and rebuilding of trust. However, even if the offender continues in wrongdoing without repentance, or reconciliation is not possible, we are still called to forgive (Luke 17:3-4). As Christ declared, “Blessed are the merciful, for they will be shown mercy” (Matthew 5:7).

Forgiveness brings freedom to both the offended and offender. For the offended, choosing to forgive rather than retaliate or dwell in bitterness allows us to let go of emotional pain and move forward. For the offender, receiving forgiveness opens the door for healing, repentance, and reconciliation rather than condemnation.

Forgiveness also involves letting go internally of bitterness, resentment, and desires for revenge. We make a conscious choice not to dwell on the offense or demand repayment. As Romans 12:19 explains: “Do not take revenge, my dear friends, but leave room for God’s wrath.”

Jesus’ Teachings on Forgiveness

In the Gospels, Jesus repeatedly emphasizes the importance of forgiving others. He teaches that God forgives us generously, so we must also forgive others in the same way. For example, in Matthew 6:14-15, Jesus says, “For if you forgive other people when they sin against you, your heavenly Father will also forgive you. But if you do not forgive others their sins, your Father will not forgive your sins.” Here, Jesus draws a direct connection between God’s forgiveness of us and our forgiveness of others.

 Jesus uses parables to further illustrate this point. In Matthew 18:21-35, when Peter asks how many times he must forgive his brother, Jesus responds with the parable of the unmerciful servant. The servant in the story is forgiven a large debt by his master but refuses to forgive a much smaller debt owed to him by another. Jesus concludes, “This is how my heavenly Father will treat each of you unless you forgive your brother or sister from your heart.” This highlights that we must forgive others to receive God’s forgiveness.

Forgiveness Requires Admitting Wrongdoing

A key component of true repentance is admitting one’s sins and wrongdoing. Many people struggle to say “I’m sorry” or acknowledge the specific ways they have erred. However, the Bible calls us to confess our sins openly and transparently to others and to God (James 5:16; 1 John 1:9).

Forgiveness starts by taking responsibility for the hurt we have caused through our words, actions, or attitudes. Jesus provided forgiveness to many, but always told them “Go and sin no more” (John 5:14).

Tips for admitting wrongdoing in order to seek forgiveness:

1. Be specific about the offense rather than making a general apology.

2. Use “I” statements such as “I shouldn’t have…” rather than deflecting blame.

3. Validate the person’s feelings if you have hurt or offended them.

4. Assure the person you will take steps to avoid repeating the offense in the future.

5. Ask what you can do to make amends for your actions.

Forgiving Others Who Repent

Just as God is eager to forgive those who repent, we must also be ready and willing to forgive others who sincerely apologize and seek to make amends (Matthew 6:14-15). This can be very difficult, especially when offenses cut deep. But holding on to bitterness and resentment only hurts us, not the one who offended us. When people repent, we should aim to restore the relationship instead of demanding punishment.

Biblical principles for forgiving others who express remorse and repentance:

1. Remember how much God has forgiven you (Matthew 18:21-35.

2. Pray for the strength and grace to forgive them.

3. Let go of the right to seek revenge or demand justice yourself.

4. Wish the best for the person who wronged you.

5. Be willing to start rebuilding trust and restore the relationship.

Genuine repentance opens the door for the miracle of forgiveness and reconciliation. As Christ has forgiven us, we also ought to forgive others from the heart (Ephesians 4:32).

Forgive and Forget:

We often hear the phrase forgive and forget, and this can be misleading. As a response to this phrase, sometimes we hear, “I’ll forgive, but I will never forget.” To forgive and forget does not mean that a person who has been wronged develops some kind of amnesia. A person who has been abused will never forget that it happened. A person who has suffered from an adulterous spouse will always remember that experience. Yet, it is possible for each of these people who have been sinned against to forgive and also to forget, as long as the biblical definition of forget is in view.

In the Bible, remembering and forgetting does not have to do with retention of information in the brain. In Genesis 8:1, after the flood, “God remembered Noah.” Does this imply that for a while God had forgotten about Noah, and then one day He remembered him? No, the biblical concept of remembering has to do with “choosing to act,” and forgetting means “refusing to act” on the basis of something. When the Bible says God “remembered” Noah, it means that God chose to act on Noah’s behalf and sent a wind to help the waters recede more rapidly. God promises that, under the New Covenant, “I will forgive their wickedness and will remember their sins no more” (Jeremiah 31:34; Hebrews 8:12; 10:17). God does not forget that people have sinned, but, when He forgives, He chooses not to act on the basis of those sins. It is similar to the sentiment expressed in I Corinthians 13:5 where “love keeps no record of wrongs.” In the phrase forgive and forget, the two terms are really synonyms. Both mean that the person who has forgiven will not continue to hold that sin against the wrongdoer or take it into account in future interactions. A person may remember that it happened, but he or she can choose not to act on it, that is biblical forgetting.

Questions to Ponder in Relation to Forgiveness:

1. Have I confessed my sin and received God’s forgiveness?

2. Is there anyone whom I have sinned against and from whom I need to ask forgiveness?

3. Is there anyone who has sinned against me and has asked me for forgiveness, but I have refused to forgive?

4. Is there anyone I am holding a grudge against for past wrongs?

5. Would I be willing to forgive if the offender asked me for forgiveness?

 

 

Sunday, October 6, 2024

¿QUÉ SUCEDE DESPUÉS DE LA MUERTE?

¿A dónde va un cristiano o un incrédulo cuando muere? ¿Vamos directamente al cielo o al infierno? La experiencia de la muerte difiere según si una persona es un santo o un incrédulo.

Para toda la humanidad, la Biblia enseña que cuando una persona muere, el cuerpo vuelve al polvo. El cuerpo humano envejece y muere a causa de la maldición que Dios pronunció sobre la tierra después del pecado de Adán. El material que Dios usó para construir el cuerpo humano vino "de la tierra", según Génesis 2, por lo tanto, la maldición sobre la tierra también condenó al cuerpo humano a morir, ya que el cuerpo es parte de la tierra.

El hombre es superior a todas las demás formas de vida. La vida vegetal tiene un cuerpo; los animales tienen un cuerpo y autoconciencia. El hombre tiene un espíritu, alma y cuerpo. El alma y el espíritu forman a la persona. El cuerpo es la casa física donde la persona habita mientras está en esta tierra. El alma es la autoconciencia que responde al entorno y los pensamientos y es el centro de los sentidos: gusto, tacto, olfato, oído, vista. El alma existe para siempre y siempre está consciente. El alma nunca está “dormida” (como algunos enseñan incorrectamente). Cuando un creyente muere, su cuerpo es enterrado para esperar la resurrección y su alma existirá en algún lugar en plena conciencia, pero sin un cuerpo, hasta un futuro día de resurrección, cuando Dios le dé a cada alma un cuerpo nuevo y permanente. Para el cristiano que muere hoy, su alma se mueve directamente del cuerpo en el momento de la muerte a la presencia de Cristo en el cielo (2 Corintios 5:4-10, Filipenses 1:21-23) “… para salir del cuerpo y estar presente con el Señor” (2 Corintios 5:8); “ser liberados (partir), y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (Filipenses 1:21-23). ​​Están en una felicidad activa.

El espíritu es la parte capaz de entender las cosas espirituales; la parte que nos hace conscientes de Dios, la conciencia (1 Tesalonicenses 5:23; Hebreos 4:12). Al morir, el espíritu vuelve a Dios (Eclesiastés 12:7).

Dios creó al hombre a su imagen moral, en contraste con los animales y las plantas. Cuando el primer hombre y la primera mujer decidieron desobedecer a Dios, perdieron su perfección espiritual y su comunión con Dios, y sus cuerpos físicos fueron maldecidos con tristeza, aflicción, dolor, trabajo, fatiga y muerte.

LA PALABRA “MUERTE” SIGNIFICA SEPARACION

Cuando el hombre muere, la persona abandona el cuerpo, el cuerpo va al sepulcro  y vuelve al polvo hasta el momento de la resurrección. La Palabra de Dios ensena que de dos destinos hay uno solo para cada persona después de la muerte – el cielo o el infierno.

EL CIELO

El cielo es un destino real, no se trata simplemente de un invento de la imaginación, o de un estado que se alcanza aquí en la tierra. Algún día la tierra será destruida, como así también el universo; pero el cielo de Dios es eterno, “ciudad con fundamentos, el artífice y hacedor de la cual es Dios” (Heb. 11:10). Cristo dijo a quienes le amaban: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay…” (Juan 14:2-3).

HAY TRESS CIELOS

A. El primer cielo es la atmosfera que nos rodea, donde están las nubes.  

B. El segundo cielo es el vasto universo más allá de nuestra atmosfera, que contiene las galaxias y los planetas.

C. El cielo donde mora Dios se llama el tercer cielo. Este lugar se llama también la gloria, el paraíso, la Ciudad Santa.

El cielo de Dios es para quienes han recibido a Cristo como su Salvador. Cuando el creyente muere físicamente, se entierra su cuerpo para esperar la resurrección, y se dice de él que “duerme en Cristo” (I Cor.15:16-20). La Biblia no ensena el “sueño del alma”. La persona del creyente va inmediatamente a estar con Cristo al morir”…partir del cuerpo, y estar presente al Señor” (II Cor. 5:8); “ser desatado (partir), y estar con Cristo, lo cual es mucho mejor” (Fil. 1:21-23). Disfruta de bienaventuranza.

HAY DOS RESURRECCIONES PRINCIPALES

La primera es para creyentes (Apoc. 20:6). La primera resurrección tiene lugar cuando Cristo vuelve a llevar a los creyentes consigo a la gloria. Hasta la resurrección de los creyentes, los que mueren en el Señor disfrutan solo de bienaventuranza espiritual en el cielo, porque sus cuerpos se encuentran en la tumba. En el momento de la resurrección reciben cuerpos que serán como el cuerpo de Cristo cuando el resucito.

Recuérdese que cuando Cristo resucito de los muertos pudieron reconócelo; podía comer y hablar; tenia carne y huesos. Pero era diferente en el sentido de que podía atravesar puertas cerradas; podía aparecer y desaparecer de la vista de los demás; podía ascender a las nubes (I Juan 3:2). Jamás tendremos hambre, jamás sufriremos, jamás moriremos (I Cor. 15:42-44).  De modo que por toda la eternidad los creyentes disfrutaran de bienaventuranza física y espiritual (I Tes. 4:13-16). La segunda resurrección será para incrédulos (Apoc. 20:12-15).

EL INFIERNO

La Biblia ensena más acerca del infierno que del cielo. El infierno es un sitio. La tierra no es el infierno, ni es tampoco fruto de la imaginación el infierno. Es un lugar de tormento espiritual en la actualidad, porque los cuerpos de los que mueren en incredulidad están en la tumba. Se cree que esta en el centro de la tierra (Prov. 15:24).

Los incrédulos no son aniquilados después de la muerte, no dejan de existir. Existen en condición de ruina y separación consciente de Dios por toda la eternidad (II Tes. 1:7-9). La palabra destrucción no significa aniquilación. Aunque se queme y se desparramen las cenizas, la formula química es la misma. No hay aniquilación de nada, y esto incluye a hombres. Destruir significa “inutilizar en su capacidad o función original; arruinar”.

“Fuego que no puede ser apagado; donde su gusano no muere, y el fuego nunca se apaga” (Mar. 9:43-44). Aquí la palabra gusano se refiere al “germen de la vida”, o sea al alma. La destrucción eterna es separación eterna de Dios en los tormentos.

Se pregunta a veces: “¿Es realmente fuego el que se menciona en relación con el infierno?” La Biblia emplea con frecuencia la palabra fuego con el significado simbólico de prueba, sufrimiento, etc. Sin embargo cuando la Palabra de Dios tiene sentido simbólico generalmente da también la explicación correspondiente. En el caso del fuego del infierno, jamás se explica que no sea fuego en el sentido literal (Mat. 18:8).

Otros preguntan: “Si Dios es un Dios de amor, ¿Cómo pudo crear algo tan, cruel como un infierno eterno?” El infierno no fue hecho para el hombre. Se hizo para Satanás y sus ángeles. Pero los hombres que desobedecen a Dios y siguen a Satanás, algún día se irán con él. Dios es un Dios de amor, y por esa razón proporciono un Salvador para el pecador. Quienes rechazan Jesús y pisotean su sangre, no pueden alentar esperanzas de escapar el castigo eterno; y desde luego que lo tendrán merecido.

EL LAGO DE FUEGO

Hay diferencia entre el infierno en la actualidad y el lago de fuego de la eternidad. Los que están en el infierno actualmente solo experimentan tormento espiritual, por cuanto sus cuerpos están en la tumba. Después de la segunda resurrección, los cuerpos de los incrédulos serán levantados y se convertirán en cuerpos espirituales que no pueden morir ni ser destruidos. A través de la eternidad padecerán tormento físico y espiritual en el lago de fuego. La Biblia no especifica donde estará el lago de fuego, pero podemos estar seguros de que no será en el centro de la tierra, porque Dios hará un nueva tierra en la cual “mora la justicia” (II Pedro 3:13). Pero no cabe duda de que habrá un lago de fuego (Apoc. 20:10, 14: 21:8).

Versículos como el anterior mencionado quitan toda frivolidad al asunto del infierno. Cuantos son los que se ríen y dicen, “¡No me importa ir al infierno; no me faltara compañía allí!” Con seguridad que habrá muchos otros. ¡Pero compañía sí que no! Habrá lloro y crujir de dientes. Qué valor tendrá el que haya otros, si todos estarán crujiendo dientes. No hay amor en el infierno, ni paz, ni esperanza, ni luz, ni misericordia, ni amistad; ni palabras tales como madre, novia. ¡Ni siquiera una sola gota de agua! No es cuestión de risa el infierno (Mar. 8:36).

DESTINO DE LOS MUERTOS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

En los tiempos del Antiguo Testamento la gente no iba al cielo a estar con Dios, Cristo no había venido a la tierra aun (Lucas 16:19-31). Iban a la “morada de las almas de los muertos” llamada Sheol (hebreo), Hades (griego), en el centro de la tierra. Tenía dos secciones. Los justos iban al paraíso, y los inicuos a Tartaro o el sufrimiento. El paraíso se llamaba también “el seno de Abraham” y era un lugar de bienaventuranza espiritual. La otra sección equivalía a tormento espiritual. Entre las dos secciones había un vacio o abismo que no podía ser traspasado. Este vacío no es el purgatorio o el limbo, ni ningún estado intermedio, sino un vacio o barrera invisible tal que quienes se encontraban en el paraíso no podían pasar al lugar de sufrimiento y los que se encontraban en el lugar de tormento no podían pasar al de consuelo. Ambos lugares estaban en el infierno, la morada de las almas de los muertos.

El relato que hace Cristo de la muerte del rico y Lázaro, no se trata de una mera parábola, por cuanto Jesús da el nombre del mendigo, y en otros casos no les da nombres a personajes ficticios. Tanto el rico como el mendigo murieron; uno fue llevado a disfrutar de bienaventuranza y el otro a padecer tormento. Estaban ambos plenamente despiertos y conscientes. Las almas no duermen. Si sus cuerpos estaban en la tumba, ¿cómo podían estar en la gloria o en los tormentos?  Recuérdese que el alma es el centro de los sentidos, lo que hace a la persona consciente de sí misma.

Cuando el rico quiso que Lázaro fuera a auxiliarlo, se le dijo que no había comunicación entre ambos lugares. La gran sima está constituida o fija. Los muertos no cambien su destino después de la muerte; no hay una segunda oportunidad después de la muerte. Así como los que se encuentran en los tormentos nunca dejan de sufrir, y los que disfrutan de bienaventuranza jamás pierden el gozo, así también es cierto que las almas de los muertos no vuelven a la tierra.

Cuando Cristo murió fue al paraíso. Recuérdese que le dijo al ladrón en la cruz, “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Luc. 23:24). El paraíso estaba en el centro de la tierra, en el lugar denominado Sheol, Hades, o infierno. Cristo bajo al infierno mientras su cuerpo estaba en la tumba (Hechos 2:25-31). Cristo murió, realmente. Su cuerpo fue depositado en la tumba, y su espíritu bajo a las profundidades de la tierra (Ef. 4:9-10). Mientras se encontraba en el paraíso, Cristo “proclamo” a los espíritus encarcelados (I Pedro 3:19-20), aquellos que se encontraban en la sección de los tormentos en el infierno.

Cuando Cristo se levanto de los muertos y subió al cielo, llevo consigo las almas piadosas del paraíso (Ef. 4:8). Ahora, el paraíso esta en el cielo, donde esta Cristo. El infierno hoy es exclusivamente un lugar de tormento. ¿Cómo sabemos que el paraíso esta en el cielo ahora? En II Corintios 12:1-4 el apóstol Pablo relata su propia experiencia cuando él fue arrebatado hasta el tercer cielo. Llama a este tercer cielo el “paraíso”. De modo que el paraíso está actualmente en el tercer cielo donde esta Cristo.

Si en los tiempos del Antiguo Testamento era imposible pasar del paraíso a los tormentos y viceversa, a pesar de que ambos lugares estaban en el mismo sitio, cuanto mejor será la imposibilidad de pasar del infierno al cielo hoy en día. El cielo y el infierno se encuentran separados por distancias infinitas. Y, con todo, es una maravilla que el momento en que abandonamos el cuerpo al morir, estamos en la presencia del Señor. 

¿ES POSIBLE COMUNICARSE CON LAS ALMAS DE LOS MUERTOS?

En vista de que las almas de los muertos no andan rodando por los cementerios después de la muerte, y que, en cambio, parten inmediatamente ya sea al cielo o al infierno; y teniendo en cuenta que no cambian su destino ni regresan a la tierra, y que no tenemos ninguna indicación escrituraria de que puedan comunicarse con nosotros ni nosotros con ellos, se desprende que no es posible establecer comunicación con los muertos.

¿Qué diremos, entonces, de aquellos que afirman que se comunican con los muertos? El aumento de los cultos conocidos como espiritistas es una señal de los últimos días, y la práctica de inquirir en lo oculto y los misterios del mundo de los espíritus se vuelve cada día más popular. ¿Es todo puro engaño? Por cierto que no. Pero no se comunican con los muertos. Luego, ¿con quien se comunican?

Es evidente que estamos rodeados por un mundo de espíritu y el Espíritu Santo está en la tierra en la actualidad. Los ángeles de Dios andan alrededor de los que le temen. Satanás es espíritu y anda de aquí para allá por la tierra. Los servidores de Satanás, los demonios, andan alrededor de vosotros con la intención de mantener a los hombres alejados de Dios y de tentar a quienes pertenecen a Dios.

Dios previene contra aquellos que trafican con el espiritismo (Deut. 18:10-12). Dios ordeno que los espiritistas fueran apedreados a muerte. En Apocalipsis 21:8 se nos informa que tendrán su lugar en el lago de fuego. De todo lo cual resulta claro que Dios no coopera con quienes procuran comunicarse con los espíritus. Esto incluye también a los ángeles que sirven a Dios. Las almas de los muertos no vuelven a la tierra. Procediendo por eliminación quedan solo Satanás y sus demonios. El espiritismo es en realidad “demonismo”.

La Biblia habla de “espíritus pitónicos” o familiares, o demonios, designados por Satanás para que se familiaricen con lo hábitos, la manera de vivir, la voz, etc., de los seres humanos, y los tienten. Cuando un médium entrega su mente para que esta sea controlada por un espíritu, el espíritu pitónico o familiar se hace cargo de ella (Is. 8:19-20). Este demonio puede contestar preguntas acerca de la vida de los muertos porque está familiarizado con ellos.

Hay muchos médium falsos que engañan al público con mesas preparadas y con salas de sesiones, pero hay también médium genuinos que se comunican realmente con espíritus, pero con espíritus malignos.  



WHAT HAPPENS AFTER DEATH


Where does a Christian or unbeliever go when they die? Do we go directly to heaven or hell? The experience of death differs depending on whether a person is a saint or an unbeliever.

For all humanity, the Bible teaches that when a person dies, the body returns to dust. The human body grows old and dies because of the curse God pronounced on the earth following Adam's sin. The material God used to construct the human body came "from the ground," according to Genesis 2, therefore, the curse on the earth also condemned the human body to die, since the body is part of the earth.

Man is superior to all other forms of life. Plant life has a body; animals have a body and self-consciousness. Man has a spirit, soul, and body. The soul and spirit make up the person. The body is the physical house where the person dwells while on this earth. The soul is the self-consciousness that responds to the environment and thoughts and is the center of the senses: taste, touch, smell, hearing, sight. The soul exists forever and is always conscious. The soul is never "asleep" (as some teach incorrectly). When a believer dies, his body is buried to await the resurrection and his soul will exist somewhere in full consciousness yet without a body until a future day of resurrection, when God gives each soul a new, permanent body. For the Christian who dies today, his soul moves directly from the body at the moment of death into Christ's presence in heaven (II Corinthians 5:4-10, Phil. 1:21-23) “…to depart from the body, and to be present with the Lord” (II Cor. 5:8); “to be loosed (departed), and to be with Christ, which is far better” (Phil. 1:21-23). ​​They are in active bliss.

The spirit is the part capable of understanding spiritual things; the part that makes us conscious of God, the conscience (I Thes. 5:23; Heb. 4:12). At death the spirit returns to God (Ecclesiastes 12:7).

God created man in His own moral image, in contrast to animals and plants. When the first man and woman chose to disobey God, they lost their spiritual perfection and their communion with God, and their physical bodies were cursed with sorrow, affliction, pain, toil, fatigue, and death.

THE WORD “DEATH” MEANS SEPARATION

When a man dies, his person leaves the body, and the body is laid in the grave and returns to dust until the resurrection. The Word of God teaches that of two destinations there is only one for each person after death, heaven or hell.

HEAVEN

Heaven is a real destination, not simply a figment of the imagination, or a state to be attained here on earth. The earth will someday be destroyed and so will the universe beyond, but God's heaven is eternal, “a city which hath foundations, whose builder and maker is God” (Heb. 11:10). Christ said to those who loved Him, “In My Father's house are many mansions…” (John 14:2-3).

THERE ARE THREE HEAVENS

A. The first heaven is the atmosphere around us, where the clouds are.

B. The second heaven is the vast universe beyond our atmosphere, which           contains the galaxies and planets.

C. The heaven where God dwells is called the third heaven. This place is             also called Glory, paradise, the      Holy City. God's heaven is for those           who have received  Christ as their Savior.

 THERE ARE TWO MAIN RESURRECTIONS

The first is for believers (Rev. 20:6). The first resurrection takes place when Christ returns to take believers with Him to glory. Until the resurrection of believers, those who die in the Lord enjoy only spiritual bliss in heaven, because their bodies are in the grave. At the time of the resurrection, they receive bodies that will be like Christ's body when He was resurrected.

Remember that when Christ rose from the dead, He could be recognized; He could eat and speak; He had flesh and bones. But He was different in that He could walk through closed doors; He could appear and disappear; He could ascend into the clouds (I John 3:2). We will never hunger, we will never suffer, we will never die (I Cor. 15:42-44). So for all eternity, believers will enjoy physical and spiritual bliss (I Thess. 4:13-16). The second resurrection will be for unbelievers (Rev. 20:12-15).

HELL

The Bible teaches more about hell than about heaven. Hell is a place. The earth is not hell, nor is hell a figment of the imagination. It is a place of spiritual torment today because the bodies of those who die in unbelief are in the grave. It is believed to be at the center of the earth (Prov. 15:24).

Unbelievers are not annihilated after death; they do not cease to exist. They exist in a state of ruin and conscious separation from God for all eternity (II Thess. 1:7-9). The word destruction does not mean annihilation. Even though it burns and scatters the ashes, the chemical formula is the same. There is no annihilation of anything, and this includes men. To destroy means “to render useless in its original capacity or function; to ruin.”

“The fire that never shall be quenched: where their worm dieth not, and the fire is not quenched” (Mark 9:43-44). Here the word worm refers to the “germ of life,” that is, the soul. Eternal destruction is eternal separation from God in torment.

It is sometimes asked, “Is it really fire that is mentioned in connection with hell?” The Bible frequently uses the word fire with the symbolic meaning of trial, suffering, etc. However, when the Word of God has a symbolic meaning, it usually also gives the corresponding explanation. In the case of hellfire, it is never explained to be anything other than literal fire (Matt. 18:8).

Others ask, “If God is a God of love, how could He create something so cruel as an eternal hell?” Hell was not made for man. It was made for Satan and his angels. But men who disobey God and follow Satan will one day go with him. God is a God of love, and for that reason, He provided a Savior for the sinner. Those who reject Jesus and trample on His blood cannot hope to escape eternal punishment, and they will certainly deserve it.

THE LAKE OF FIRE

There is a difference between hell today and the lake of fire throughout eternity. Those in hell today experience only spiritual torment because their bodies are in the grave. After the second resurrection, the bodies of unbelievers will be raised and become spiritual bodies that cannot die or be destroyed. Throughout eternity they will suffer physical and spiritual torment in the lake of fire. The Bible does not specify where the lake of fire will be, but we can be sure that it will not be in the center of the earth because God will make a new earth in which “righteousness dwells” (II Peter 3:13). But there is no doubt that there will be a lake of fire (Rev. 20:10, 14; 21:8).

Verses like the one mentioned above take all frivolity out of the subject of hell. How many are there who laugh and say, “I don’t mind going to hell; I won’t want for company there!” Surely there will be many others. But company, no! There will be weeping and gnashing of teeth. What good will it be to have others, if everyone is gnashing their teeth?

There is no love in hell, no peace, no hope, no light, no mercy, no friendship; no words like mother, sweetheart. Not even a single drop of water! Hell is no laughing matter (Mark 8:36).

DESTINY OF THE DEAD IN THE OLD TESTAMENT

In Old Testament times people did not go to heaven to be with God, Christ had not yet come to earth (Luke 16:19-31). They went to the “abode of the souls of the dead” called Sheol (Hebrew), Hades (Greek), or hell in the center of the earth. It had two compartments. The righteous went into paradise, and the wicked in torment or Tartarus. Paradise was also called “Abraham’s bosom” and was a place of spiritual bliss. The other compartment was equivalent to spiritual torment. Between the two compartments, there was a void or gulf that could not be crossed. This emptiness is not purgatory or limbo, or any intermediate state, but a vacuum or invisible barrier so that those in paradise cannot pass to the place of suffering and those in the place of torment cannot pass to the place of comfort. Both places were in hell, the abode of the souls of the dead.

Christ's account of the death of the rich man and Lazarus is not a mere parable, for Jesus gives the name of the beggar, and in other cases does not give names to fictitious characters. Both the rich man and the beggar died; one was taken to enjoy bliss and the other to suffer torment. Both are very much awake and conscious. Souls do not sleep. If their bodies were in the grave, how could they be in glory or in torment? Remember that the soul is the center of the senses, the self-consciousness. They were very much alert.

When the rich man wanted Lazarus to come to his aid, he was told that there was no passing back and forth. The great gulf is fixed. The dead do not change their destination after death; there is no second chance after death. Just as those in torment are never without their suffering and those in bliss never lose their joy, so it is also true that the souls of the dead do not return to the earth.

When Christ died, He went into Paradise. Remember that He said to the thief on the cross, “Today you will be with me in Paradise” (Luke 23:24). Paradise was in the center of the earth, in the place called Sheol, Hades, or hell. Christ went down into hell while His body was in the tomb (Acts 2:25-31). Christ died, really died. His body was placed in the tomb, and His spirit went down into the bowels of the earth (Eph. 4:9-10). While in paradise, Christ “proclaimed” the spirits in prison (I Peter 3:19-20), those who were in the torment section of hell.

When Christ rose from the dead and ascended to heaven, He took the godly souls with Him from paradise (Eph. 4:8). Now, paradise is in heaven, where Christ is. Hell, today is exclusively a place of torment. How do we know that paradise is in heaven now? In II Corinthians 12:1-4 the apostle Paul recounts his own experience when he was caught up to the third heaven. He calls this third heaven “paradise.” So paradise is currently in the third heaven where Christ is.

If in Old Testament times it was impossible to pass from paradise to torment and vice versa, even though both places were in the same location, how much greater is the impossibility of passing from hell to heaven today? Heaven and hell are more than countless universes apart! And yet the wonder of it all is that the moment we leave the body at death, we are present with the Lord.

IS IT POSSIBLE TO CONTACT THE SOULS OF THE DEAD?

Since the souls of the dead do not hover over their bodies after death, and since they depart immediately to either heaven or hell; and since they do not change their destiny or return to the earth, and since we have no scriptural assurance that they can communicate with us or we with them, therefore it is indeed impossible to contact the dead.

What about those who claim that they have contact with the dead? The rise of the cults known as spiritualists is a sign of the last days, and the practice of delving into the occult and the mysteries of the spirit world is becoming more and more popular every day. Is it all pure deception? By no means! But they do not communicate with the dead. Then with whom do they communicate?

It is evident that we are surrounded by a spirit world. God is Spirit and the Holy Spirit is here in the earth today. The angels of God are around those who fear Him. Satan is a spirit and is going to and fro through the earth. Satan's helpers, the demons, are around us with the intention of keeping men from God and tempting those who belong to God.

God warns against those who traffic in spiritualism (Deut. 18:10-12). God commanded spiritualists to be stoned to death. In Revelation 21:8 we are told that they shall have their part in the lake of fire. So certainly God is not cooperating with those who contact spirits. This is true too of God’s angels who serve Him. The souls of the dead do not return to the earth. In the process of elimination, only Satan and his demons remain. Spiritualism is really “demonism.”

The Bible speaks of “familiar spirits” or demons, who are assigned by Satan to become familiar with the habits, manner of life, voice, etc., of human beings, and to tempt them. When a medium lays her mind to be controlled by a spirit, the familiar spirit takes over (Isa. 8:19-20). This demon can answer questions about the life of the dead for he is familiar with them.

There are many false mediums that deceive the public with rigged-up tables and séance rooms, but there are also genuine mediums who do contact spirits; evil spirits.