¿A dónde va un cristiano o un incrédulo cuando muere?
¿Vamos directamente al cielo o al infierno? La experiencia de la muerte difiere
según si una persona es un santo o un incrédulo.
Para toda la humanidad, la Biblia enseña que cuando una
persona muere, el cuerpo vuelve al polvo. El cuerpo humano envejece y muere a
causa de la maldición que Dios pronunció sobre la tierra después del pecado de
Adán. El material que Dios usó para construir el cuerpo humano vino "de la
tierra", según Génesis 2, por lo tanto, la maldición sobre la tierra
también condenó al cuerpo humano a morir, ya que el cuerpo es parte de la
tierra.
El hombre es superior a todas las demás formas de vida.
La vida vegetal tiene un cuerpo; los animales tienen un cuerpo y
autoconciencia. El hombre tiene un espíritu, alma y cuerpo. El alma y el
espíritu forman a la persona. El cuerpo es la casa física donde la persona
habita mientras está en esta tierra. El alma es la autoconciencia que responde
al entorno y los pensamientos y es el centro de los sentidos: gusto, tacto,
olfato, oído, vista. El alma existe para siempre y siempre está consciente. El
alma nunca está “dormida” (como algunos enseñan incorrectamente). Cuando un
creyente muere, su cuerpo es enterrado para esperar la resurrección y su alma
existirá en algún lugar en plena conciencia, pero sin un cuerpo, hasta un
futuro día de resurrección, cuando Dios le dé a cada alma un cuerpo nuevo y
permanente. Para el cristiano que muere hoy, su alma se mueve directamente del
cuerpo en el momento de la muerte a la presencia de Cristo en el cielo (2
Corintios 5:4-10, Filipenses 1:21-23) “… para salir del cuerpo y estar presente
con el Señor” (2 Corintios 5:8); “ser liberados (partir), y estar con Cristo,
lo cual es muchísimo mejor” (Filipenses 1:21-23). Están en una felicidad
activa.
El espíritu es la parte capaz de entender las cosas
espirituales; la parte que nos hace conscientes de Dios, la conciencia (1
Tesalonicenses 5:23; Hebreos 4:12). Al morir, el espíritu vuelve a Dios
(Eclesiastés 12:7).
Dios creó al hombre a su imagen moral, en contraste con
los animales y las plantas. Cuando el primer hombre y la primera mujer
decidieron desobedecer a Dios, perdieron su perfección espiritual y su comunión
con Dios, y sus cuerpos físicos fueron maldecidos con tristeza, aflicción,
dolor, trabajo, fatiga y muerte.
LA PALABRA “MUERTE” SIGNIFICA SEPARACION
Cuando el hombre muere, la persona abandona el cuerpo, el
cuerpo va al sepulcro y vuelve al polvo
hasta el momento de la resurrección. La Palabra de Dios ensena que de dos
destinos hay uno solo para cada persona después de la muerte – el cielo o el
infierno.
EL CIELO
El cielo es un destino real, no se trata simplemente de
un invento de la imaginación, o de un estado que se alcanza aquí en la tierra.
Algún día la tierra será destruida, como así también el universo; pero el cielo
de Dios es eterno, “ciudad con fundamentos, el artífice y hacedor de la cual es
Dios” (Heb. 11:10). Cristo dijo a quienes le amaban: “En la casa de mi Padre
muchas moradas hay…” (Juan 14:2-3).
HAY TRESS CIELOS
A. El primer cielo es la
atmosfera que nos rodea, donde están las nubes.
B. El segundo cielo es
el vasto universo más allá de nuestra atmosfera, que contiene las galaxias y
los planetas.
C. El cielo donde mora
Dios se llama el tercer cielo. Este lugar se llama también la gloria, el
paraíso, la Ciudad Santa.
El cielo de Dios es para quienes han recibido a Cristo
como su Salvador. Cuando el creyente muere físicamente, se entierra su cuerpo
para esperar la resurrección, y se dice de él que “duerme en Cristo” (I
Cor.15:16-20). La Biblia no ensena el “sueño del alma”. La persona del creyente
va inmediatamente a estar con Cristo al morir”…partir del cuerpo, y estar
presente al Señor” (II Cor. 5:8); “ser desatado (partir), y estar con Cristo,
lo cual es mucho mejor” (Fil. 1:21-23). Disfruta de bienaventuranza.
HAY DOS RESURRECCIONES PRINCIPALES
La primera es para creyentes (Apoc. 20:6). La primera
resurrección tiene lugar cuando Cristo vuelve a llevar a los creyentes consigo
a la gloria. Hasta la resurrección de los creyentes, los que mueren en el Señor
disfrutan solo de bienaventuranza espiritual en el cielo, porque sus cuerpos se
encuentran en la tumba. En el momento de la resurrección reciben cuerpos que
serán como el cuerpo de Cristo cuando el resucito.
Recuérdese que cuando Cristo resucito de los muertos
pudieron reconócelo; podía comer y hablar; tenia carne y huesos. Pero era
diferente en el sentido de que podía atravesar puertas cerradas; podía aparecer
y desaparecer de la vista de los demás; podía ascender a las nubes (I Juan
3:2). Jamás tendremos hambre, jamás sufriremos, jamás moriremos (I Cor.
15:42-44). De modo que por toda la
eternidad los creyentes disfrutaran de bienaventuranza física y espiritual (I
Tes. 4:13-16). La segunda resurrección será para incrédulos (Apoc. 20:12-15).
EL INFIERNO
La Biblia ensena más acerca del infierno que del cielo.
El infierno es un sitio. La tierra no es el infierno, ni es tampoco fruto de la
imaginación el infierno. Es un lugar de tormento espiritual en la actualidad,
porque los cuerpos de los que mueren en incredulidad están en la tumba. Se cree
que esta en el centro de la tierra (Prov. 15:24).
Los incrédulos no son aniquilados después de la muerte,
no dejan de existir. Existen en condición de ruina y separación consciente de
Dios por toda la eternidad (II Tes. 1:7-9). La palabra destrucción no significa
aniquilación. Aunque se queme y se desparramen las cenizas, la formula química
es la misma. No hay aniquilación de nada, y esto incluye a hombres. Destruir
significa “inutilizar en su capacidad o función original; arruinar”.
“Fuego que no puede ser apagado; donde su gusano no
muere, y el fuego nunca se apaga” (Mar. 9:43-44). Aquí la palabra gusano se
refiere al “germen de la vida”, o sea al alma. La destrucción eterna es
separación eterna de Dios en los tormentos.
Se pregunta a veces: “¿Es realmente fuego el que se
menciona en relación con el infierno?” La Biblia emplea con frecuencia la
palabra fuego con el significado simbólico de prueba, sufrimiento, etc. Sin
embargo cuando la Palabra de Dios tiene sentido simbólico generalmente da
también la explicación correspondiente. En el caso del fuego del infierno,
jamás se explica que no sea fuego en el sentido literal (Mat. 18:8).
Otros preguntan: “Si Dios es un Dios de amor, ¿Cómo pudo
crear algo tan, cruel como un infierno eterno?” El infierno no fue hecho para
el hombre. Se hizo para Satanás y sus ángeles. Pero los hombres que desobedecen
a Dios y siguen a Satanás, algún día se irán con él. Dios es un Dios de amor, y
por esa razón proporciono un Salvador para el pecador. Quienes rechazan Jesús y
pisotean su sangre, no pueden alentar esperanzas de escapar el castigo eterno;
y desde luego que lo tendrán merecido.
EL LAGO DE FUEGO
Hay diferencia entre el infierno en la actualidad y el
lago de fuego de la eternidad. Los que están en el infierno actualmente solo
experimentan tormento espiritual, por cuanto sus cuerpos están en la tumba.
Después de la segunda resurrección, los cuerpos de los incrédulos serán
levantados y se convertirán en cuerpos espirituales que no pueden morir ni ser
destruidos. A través de la eternidad padecerán tormento físico y espiritual en
el lago de fuego. La Biblia no especifica donde estará el lago de fuego, pero
podemos estar seguros de que no será en el centro de la tierra, porque Dios
hará un nueva tierra en la cual “mora la justicia” (II Pedro 3:13). Pero no
cabe duda de que habrá un lago de fuego (Apoc. 20:10, 14: 21:8).
Versículos como el anterior mencionado quitan toda
frivolidad al asunto del infierno. Cuantos son los que se ríen y dicen, “¡No me
importa ir al infierno; no me faltara compañía allí!” Con seguridad que habrá
muchos otros. ¡Pero compañía sí que no! Habrá lloro y crujir de dientes. Qué valor
tendrá el que haya otros, si todos estarán crujiendo dientes. No hay amor en el
infierno, ni paz, ni esperanza, ni luz, ni misericordia, ni amistad; ni
palabras tales como madre, novia. ¡Ni siquiera una sola gota de agua! No es
cuestión de risa el infierno (Mar. 8:36).
DESTINO DE LOS MUERTOS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
En los tiempos del Antiguo Testamento la gente no iba al
cielo a estar con Dios, Cristo no había venido a la tierra aun (Lucas 16:19-31).
Iban a la “morada de las almas de los muertos” llamada Sheol (hebreo), Hades
(griego), en el centro de la tierra. Tenía dos secciones. Los justos iban al
paraíso, y los inicuos a Tartaro o el sufrimiento. El paraíso se llamaba
también “el seno de Abraham” y era un lugar de bienaventuranza espiritual. La
otra sección equivalía a tormento espiritual. Entre las dos secciones había un
vacio o abismo que no podía ser traspasado. Este vacío no es el purgatorio o el
limbo, ni ningún estado intermedio, sino un vacio o barrera invisible tal que
quienes se encontraban en el paraíso no podían pasar al lugar de sufrimiento y
los que se encontraban en el lugar de tormento no podían pasar al de consuelo. Ambos
lugares estaban en el infierno, la morada de las almas de los muertos.
El relato que hace Cristo de la muerte del rico y Lázaro,
no se trata de una mera parábola, por cuanto Jesús da el nombre del mendigo, y
en otros casos no les da nombres a personajes ficticios. Tanto el rico como el
mendigo murieron; uno fue llevado a disfrutar de bienaventuranza y el otro a
padecer tormento. Estaban ambos plenamente despiertos y conscientes. Las almas
no duermen. Si sus cuerpos estaban en la tumba, ¿cómo podían estar en la gloria
o en los tormentos? Recuérdese que el
alma es el centro de los sentidos, lo que hace a la persona consciente de sí
misma.
Cuando el rico quiso que Lázaro fuera a auxiliarlo, se le
dijo que no había comunicación entre ambos lugares. La gran sima está
constituida o fija. Los muertos no cambien su destino después de la muerte; no
hay una segunda oportunidad después de la muerte. Así como los que se
encuentran en los tormentos nunca dejan de sufrir, y los que disfrutan de
bienaventuranza jamás pierden el gozo, así también es cierto que las almas de
los muertos no vuelven a la tierra.
Cuando Cristo murió fue al paraíso. Recuérdese que le
dijo al ladrón en la cruz, “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Luc. 23:24). El
paraíso estaba en el centro de la tierra, en el lugar denominado Sheol, Hades,
o infierno. Cristo bajo al infierno mientras su cuerpo estaba en la tumba (Hechos
2:25-31). Cristo murió, realmente. Su cuerpo fue depositado en la tumba, y su
espíritu bajo a las profundidades de la tierra (Ef. 4:9-10). Mientras se
encontraba en el paraíso, Cristo “proclamo” a los espíritus encarcelados (I
Pedro 3:19-20), aquellos que se encontraban en la sección de los tormentos en
el infierno.
Cuando Cristo se levanto de los muertos y subió al cielo,
llevo consigo las almas piadosas del paraíso (Ef. 4:8). Ahora, el paraíso esta
en el cielo, donde esta Cristo. El infierno hoy es exclusivamente un lugar de
tormento. ¿Cómo sabemos que el paraíso esta en el cielo ahora? En II Corintios
12:1-4 el apóstol Pablo relata su propia experiencia cuando él fue arrebatado
hasta el tercer cielo. Llama a este tercer cielo el “paraíso”. De modo que el
paraíso está actualmente en el tercer cielo donde esta Cristo.
Si en los tiempos del Antiguo Testamento era imposible
pasar del paraíso a los tormentos y viceversa, a pesar de que ambos lugares
estaban en el mismo sitio, cuanto mejor será la imposibilidad de pasar del
infierno al cielo hoy en día. El cielo y el infierno se encuentran separados
por distancias infinitas. Y, con todo, es una maravilla que el momento en que
abandonamos el cuerpo al morir, estamos en la presencia del Señor.
¿ES POSIBLE COMUNICARSE CON LAS ALMAS DE LOS MUERTOS?
En vista de que las almas de los muertos no andan rodando
por los cementerios después de la muerte, y que, en cambio, parten
inmediatamente ya sea al cielo o al infierno; y teniendo en cuenta que no
cambian su destino ni regresan a la tierra, y que no tenemos ninguna indicación
escrituraria de que puedan comunicarse con nosotros ni nosotros con ellos, se
desprende que no es posible establecer comunicación con los muertos.
¿Qué diremos, entonces, de aquellos que afirman que se
comunican con los muertos? El aumento de los cultos conocidos como espiritistas
es una señal de los últimos días, y la práctica de inquirir en lo oculto y los
misterios del mundo de los espíritus se vuelve cada día más popular. ¿Es todo
puro engaño? Por cierto que no. Pero no se comunican con los muertos. Luego,
¿con quien se comunican?
Es evidente que estamos rodeados por un mundo de espíritu
y el Espíritu Santo está en la tierra en la actualidad. Los ángeles de Dios
andan alrededor de los que le temen. Satanás es espíritu y anda de aquí para
allá por la tierra. Los servidores de Satanás, los demonios, andan alrededor de
vosotros con la intención de mantener a los hombres alejados de Dios y de
tentar a quienes pertenecen a Dios.
Dios previene contra aquellos que trafican con el
espiritismo (Deut. 18:10-12). Dios ordeno que los espiritistas fueran
apedreados a muerte. En Apocalipsis 21:8 se nos informa que tendrán su lugar en
el lago de fuego. De todo lo cual resulta claro que Dios no coopera con quienes
procuran comunicarse con los espíritus. Esto incluye también a los ángeles que
sirven a Dios. Las almas de los muertos no vuelven a la tierra. Procediendo por
eliminación quedan solo Satanás y sus demonios. El espiritismo es en realidad
“demonismo”.
La Biblia habla de “espíritus pitónicos” o familiares, o
demonios, designados por Satanás para que se familiaricen con lo hábitos, la
manera de vivir, la voz, etc., de los seres humanos, y los tienten. Cuando un
médium entrega su mente para que esta sea controlada por un espíritu, el
espíritu pitónico o familiar se hace cargo de ella (Is. 8:19-20). Este demonio
puede contestar preguntas acerca de la vida de los muertos porque está
familiarizado con ellos.
Hay muchos médium falsos que engañan al público con mesas
preparadas y con salas de sesiones, pero hay también médium genuinos que se
comunican realmente con espíritus, pero con espíritus malignos.
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