Los
católicos creen que no se puede saber hasta la muerte si uno es salvo o no.
Muchos tienen el concepto de que las buenas obras contrapesan las malas.
Confían más en las obras propias que en la muerte vicaria de Cristo. Si es por
las obras, es imposible que uno sepa hasta el día del juicio cuál ha sido el
saldo entre las malas y las buenas.
La
Biblia enseña que la salvación es por la gracia, no por obras (Romanos 11:6; Tito 3:5). Las obras se
toman en cuenta, no para la salvación sino para la recompensa que uno recibirá
en la vida futura (Mateo 16:27;
Apocalipsis 22:12).
Si
la salvación es sencillamente por aceptar lo que Cristo ha hecho a nuestro
favor y confiar en Él como nuestro Salvador y Señor, no hay por qué estar en
dudas sobre nuestra salvación ahora. La Biblia nos enseña que podemos y debemos
estar seguros de nuestra salvación. “El
que cree en el Hijo tiene vida
eterna.” (Juan 3:36). La primera epístola de Juan fue escrita para librar a
los Cristianos de cualquier duda respecto a su salvación: “...para que sepáis que tenéis vida eterna” (I Juan 5:12-13).
Tenemos
el testimonio externo y fidedigno de la Palabra de Dios y tenemos el testimonio
interno del Espíritu Santo. El nos hace saber que somos hijos de Dios, y nos guía
al goce de los privilegios que los tales disfrutan (Romanos 8:14-16).
Recordemos
que muchos católicos aman sinceramente a Dios y le han dedicado su vida a
servirle. No tienen la luz del evangelio que nosotros tenemos pero merecen
nuestro respecto por su sinceridad y consagración.
En
vez de atacar sus doctrinas, empecemos donde haya puntos similares de partida.
1. Tenemos
prácticamente la misma Biblia. Si es posible use una Biblia católica en el
trato con ellos. La versión Nácar-Colunga es una de las mejores. Es bueno que
se convenzan de la verdad en su propia Biblia.
2. La Iglesia
Católica como nosotros, creen que la Biblia es divinamente inspirada, la
infalible Palabra de Dios.
3. Creen en el
nacimiento virginal y la deidad de nuestro Jesús, en Su muerte expiatoria, resurrección, ascensión al
cielo, y regreso en gloria.
4. Creen en la
realidad del pecado, la expiación, la salvación, el juicio futuro, el cielo y
el infierno.
5. Tienen reverencia
por las cosas divinas.
6. Creen en los
milagros y tienen fe en el poder sobrenatural.
DÓNDE
PONER EL ÉNFASIS
Haga
resaltar el amor de Dios para ellos. El no es indiferente a sus problemas y
necesidades. En vez de discutir si los santos nos pueden oír o no, hagamos ver
el gran privilegio que tenemos de ir directamente a Dios en oración. El
testimonio personal y nuestra propia vida de oración convencen mejor que los
argumentos.
Algunos
han citado el ejemplo de la necesidad de presentarse ante el secretario antes
de poder dirigirse a un personaje tal como el presidente de la nación. Es bueno
hacerles ver que el hijo del presidente puede ir directamente a su padre, y
nosotros también hablamos directamente a nuestro Padre celestial.
¡Qué
dolor sentiría un padre amante si sus hijos tuvieran tan poca confianza en él
que nunca se atrevieran a hablarle! ¿Será menos el dolor de nuestro Padre
celestial cuando sus hijos siempre buscan a otros que presenten sus peticiones
y hablen a su favor?
Procure
conseguir que oren con usted. Cuanto más abran el corazón a Cristo en la
oración, tanto más el Espíritu Santo les iluminará para que vean y acepten la
verdad. Una vez que estén en comunión con el Cristo vivo, será fácil dejar las
imágenes.
Pongamos
énfasis también sobre el privilegio de saber ahora que hemos nacido de nuevo,
que somos salvos por la fe en Cristo, no por las obras. No tenemos que vivir en
temor al purgatorio.
MARÍA
Los
católicos creen que los protestantes despreciamos a la Virgen María. Debemos de
explicarles que creemos que María fue honrada de Dios sobre todas las mujeres
al ser escogida para ser la madre de nuestro Señor. Todos le debemos nuestra
gratitud por el cuidado que dio a nuestro Salvador durante los años de su
infancia. No discute el punto de si ella tuvo otros hijos o no. Debemos de decirles que lean el Evangelio de
Lucas para que puedan leer la historia de María y del Jesús.
¿Quieren
honrar a la Virgen? No hay mejor manera que guardar el único mandato que ella
nos dejó: “Haced todo lo que Él os
dijere” (Juan 2:5) y el primer mensaje que Cristo predicó era: “Arrepentíos y creed en el evangelio”
(Marcos 1:15).
LAS IMÁGENES
Los
católicos dicen que el uso de los cuadros y las imágenes es sencillamente como
tener un retrato. Una esposa, o una novia, a veces besan el retrato del esposo,
o del novio, ausente. Esta ilustración nos permite mencionar que Cristo está
con nosotros siempre. ¿Qué haría el esposo, estando presente, si la esposa le
hiciera caso omiso a él y pasara todo el tiempo mirando y besando el retrato?
Seguro que le quitaría el retrato. Del mismo modo Cristo desea que le hablemos
a Él, que le adoremos en espíritu y en verdad, en vez de estar poniéndole
flores o velas a una imagen de Él.
Algunos
hermanos ponen mucho énfasis en procurar que desde un principio la gente que se
interese en el evangelio que destruían los santos y sus cuadros e imágenes.
Nada se consigue con persuadir a la gente que abandone a sus dioses falsos a
menos que acepte al Dios verdadero. Nada se logra con quitar los cuadros de la
pared si todavía los tienen entronizados en el corazón. Por lo general, cuando
empiezan a buscar a Dios, pronto se dan cuenta que las imágenes son impotentes
e inútiles.
PASOS RECOMENDADOS
1. Procura interesarles en la lectura de su propia Biblia.
2. No hable en contra de su religión, ni en contra de la iglesia, sino procurar darles la luz de la verdad.
3. Guíalos a tener confianza en Dios, creyendo lo que Él dice (Jn. 5:24; Jud. 24; I Jn. 5:13; Hch. 10:43).
4. Enséñale que es
necesario nacer de nuevo y que el bautismo en agua es para el perdón de los
pecados.
5. Demostrar lo que
es el arrepentimiento, reconocer su pecado, sentir pena por ello, y abandonarlo
por completo (Isa. 55:7; Prov. 28:13).
6. Enséñale que es
posible ahora mismo conseguir el perdón de todos sus pecados. Cristo quiere
salvarles (Hch. 13:38-39; Efe. 1:7; Isa.
1:18).
7. Demostrarle que
puede, en el momento que acepta a Jesús y es bautizado, saber que es salvo (Jn. 5:24; I Jn. 5:13).

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