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EDUCATION: Holt High School, Holt Mich., Lansing Community College, Southwestern Theological Seminary, National Apostolic Bible College. MINISTERIAL EXPERIENCE: 51 years of pastoral experience, 11 churches in Arizona, New Mexico and Florida. Missionary work in Costa Rica. Bishop of the Districts of New Mexico and Florida for the Apostolic Assembly. Taught at the Apostolic Bible College of Florida and the Apostolic Bible College of Arizona. Served as President of the Florida Apostolic Bible College. Served as Secretary of Education in Arizona and New Mexico. EDUCACIÓN: Holt High School, Holt Michigan, Lansing Community College, Seminario Teológico Southwestern, Colegio Bíblico Nacional. EXPERIENCIA MINISTERIAL: 51 años de experiencia pastoral, 11 iglesias en los estados de Arizona, Nuevo México y la Florida. Trabajo misionera en Costa Rica. Obispo de la Asamblea Apostólica en los distritos de Nuevo México y La Florida. He enseñado en el Colegio Bíblico Apostólico de la Florida y el Colegio Bíblico Apostólico de Arizona. Presidente del Colegio Bíblico de la Florida. Secretario de Educación en los distritos de Nuevo México y Arizona.

Friday, January 31, 2025

ASÍ ALUMBRE VUESTRA LUZ

“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:16)

A algunos nunca se les ha ocurrido que la luz del creyente y sus obras son dos cosas diferentes. No son lo mismo en absoluto, aunque a menudo se oye a los predicadores equipararlas. No es raro que alguien diga: “Creo en dejar que mi luz brille”. ¿Qué quiere decir con esto? Por lo general, que trata de vivir una buena vida delante de los demás. Pero una buena vida tiene que ver con las obras, no con la luz. Permítanme darles un ejemplo.

Un hermano conducía hacia su casa una noche cuando su coche empezó a fallar. Se detuvo en una gasolinera para que lo revisaran. Un mecánico vino con su ayudante para echarle un vistazo. Miraron debajo del capó hasta que encontraron el problema. Era la bomba de combustible que se había estropeado.

El mecánico comenzó de inmediato a reemplazar la bomba por una nueva. Mientras trabajaba en el coche, su ayudante observaba. Mientras el mecánico trabajaba en el coche, su ayudante sostenía una linterna para poder ver mientras trabajaba. La atención del ayudante se desvió y la luz se movió y el mecánico no pudo ver lo que estaba haciendo. El mecánico gritó a su ayudante: “¡Oye! ¡Ilumina mi trabajo para que pueda ver lo que estoy haciendo!”.

De esta ilustración podemos ver que hay una diferencia entre la luz y las obras. El trabajo del mecánico era una cosa, pero la luz era otra. Sin la luz, ni el mecánico ni nadie que lo estuviera viendo podían ver lo que estaba haciendo. La luz era necesaria para iluminar el trabajo para que pudiera verse.

Esta escritura habla de dos cosas, la luz y las obras, necesitamos ver qué constituye la luz del creyente. ¿Qué es? ¿Qué quiere decir Jesús cuando dice: “Deja que tu luz brille”?

La mayoría de nosotros hemos tropezado en la oscuridad buscando el interruptor de la luz. Cuando encendemos el interruptor, la luz se enciende y entonces podemos ver todo lo que nos rodea. Podemos ver lo que estamos haciendo y hacia dónde vamos. La luz trae iluminación.

Hay otro tipo de iluminación. Es el tipo de luz que se entiende por la expresión común, “arrojar luz sobre el tema”. Con esto nos referimos a la información, inteligencia o conocimiento que abre o explica un asunto que de otro modo no habría sido revelado. También sabemos lo que es la oscuridad correspondiente: la ignorancia. Cuando un tema oscuro se nos ilumina con información, a menudo decimos: “Oh, ahora veo”. Eso significa que acabamos de adquirir conocimiento. La luz física expone las cosas externas, la información explica las internas. Por eso lo llamamos conocimiento.

Es en este sentido que Jesús usa la palabra “luz”. Así como la luz del sol dispersa la oscuridad de la noche, ¡así también la Palabra de Dios disipa la oscuridad interior o espiritual de este mundo! ¡La Palabra de Dios es Su luz! El salmista dijo lo mismo: “La exposición de tus palabras” (Salmo 119:130), y nuevamente, “Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino” (119:105).

La Palabra de Dios brilla. Es como una farola que dispersa la oscuridad espiritual de este mundo. Y quienes usan o declaran la Palabra de Dios son iluminadores. Son informantes que aportan conocimiento a las personas para que puedan ver lo que Dios está haciendo en sus vidas. Son como ayudantes que sostienen la luz, para que Dios pueda ser visto. Ahora bien, si la Palabra de Dios es Su luz, ¿qué es “tu luz” que debe brillar?

Si la luz de Dios es Su Palabra, entonces tu luz es tu palabra. Así como la Palabra de Dios brilla sobre Sus obras para iluminarlas, así también tu luz puede brillar sobre tus obras, y lo que verán los hombres será la mano de Dios obrando en tu vida. Sin esta luz, no verán lo que Dios está haciendo, no importa cuán sorprendente o dramático sea. No importa cuán espectacular sea la obra de Dios en tu vida, la gente no la verá ni le dará crédito a Dios por ella.

Tomemos como ejemplo el sol. Dios nos ha dado algo maravilloso: sale cada mañana para llenar el cielo con su gloria. No hay lugar al que una persona pueda ir para escapar de su presencia. Pero, ¿acaso la gente se pregunta por ello? ¿Se les ocurre cómo llegó a existir algo así? ¡No! Si la gente puede contemplar semejante maravilla en el cielo y no ve la mano de Dios, nunca le darán crédito por una pequeña maravilla en su vida, a menos que digamos algo.

Había un hermano cuya esposa estuvo hospitalizada con polio. Durante años estuvo en un pulmón de acero hasta que falleció. Fielmente, tres veces por semana, año tras año, este hermano iba al hospital para estar con ella. La gente veía su fidelidad y decían lo buen esposo que era. Más allá de eso, hacía un gran trabajo cuidando a sus hijos él solo. La gente veía esto y decía: “Es un padre maravilloso”.

Era un cristiano bueno y fiel y la gente decía: “Qué buen hombre era”. Pero lo único que la gente veía era a este hermano y su devoción a su esposa, su familia y su iglesia. No consideraron ni una sola vez que fue Jesús quien hizo todo posible. Solo pensaron: “Qué persona tan maravillosa, yo nunca podría hacer eso”.

Dime, ¿quién recibió el crédito, quién recibió la alabanza? La gente vio sus buenas obras, pero ¿a quién glorificaron? Alabaron al hermano, pero no le dieron la alabanza a Dios. ¿Por qué no? Su luz no brillaba. No había palabras para iluminar la obra de Dios en su vida. Nada de él indicaba que el Señor era el responsable. Hasta que abrió la boca para atribuirle el mérito específicamente al Señor, nadie estaba dispuesto a reconocer la bondad del Señor.

Algún tiempo después su pastor fue a visitar a este hermano y aconsejarlo sobre su situación. El pastor le hablo de la bondad y la misericordia de Dios en su vida. Le hablo sobre cómo Dios había provisto para él y su familia durante todos los años que su esposa había estado enferma y cómo Dios lo había fortalecido para que pudiera cumplir con sus obligaciones fielmente para con su esposa y su familia. El pastor le menciono que durante todos estos años Dios nunca lo había dejado solo, sino que estaba con él cuando se sentía débil y solo. Le dijo que siempre debía dar gracias y regocijarse en el Señor, en los buenos y en los malos momentos. Pudo entender que el gozo del Señor era su fortaleza y que si no hubiera sido por Dios en su vida no podría cumplir con sus obligaciones. Pudo ver que no era por él mismo sino porque Dios estaba obrando en su vida.

Después de eso comenzó a hablar de lo que Dios estaba haciendo en su vida. Después de eso, todos los que comentaron sobre sus buenas obras aprendieron de él que era Jesús quien lo hizo todo posible. Le dio a Dios toda la honra y gloria por todo. Entonces surgió una nueva corriente de comentarios: "Si Dios puede hacer eso por él, tal vez pueda hacerlo por mí".

Las personas se vieron obligadas a contemplar la gracia de Dios, debido a las palabras de este hermano. Sus palabras iluminaron sus obras obligando a las personas a darle crédito a Dios por ellas, quisieran o no. Sin sus palabras, él recibió toda la alabanza y el crédito. Es vital y fundamental que separemos nuestra luz de nuestras obras. Cuando lo hagamos, tendremos una herramienta poderosa para exaltar a Cristo y dar testimonio.

LET YOUR LIGHT SHINE

“Let your light so shine before men, that they may see your good works, and glorify your Father which is in heaven. (Matthew 5:16)

It has never occurred to some that the believers light and his works are two different things. They are not the same at all, though you often hear preachers equating them. Not infrequently does someone say, “I believe in letting my light shine.” What does he mean by this? Usually, that he tries to live a good life before others. But a good life has to do with works, not light. Let me give you an example.

A brother was driving home one night when his car began to sputter. He stopped at a gas station to have it checked out. A mechanic came with his helper to take a look at it. They looked under the hood until they found the problem. It was the fuel pump that had gone bad.

The mechanic started right away to replace the pump with a new one. As he worked on the car, his helper looked on. As the mechanic worked on the car, his helper held a flashlight so he could see as he worked. The helper’s attention wandered and the light moved and the mechanic could not see what he was doing. The mechanic: shouted to his helper, “Hey! Shine the light on my work so I can see what I’m doing!

From this illustration we can see that there is a difference between light and works. The mechanic’s work was one thing, but the light was something else. Without the light neither the mechanic nor anyone watching could see what he was doing. The light was necessary to illuminate the work so it could be seen. 

This scripture speaks about two things, light and works, we need to see what constitutes the believers light. What is it? What does Jesus mean when He says, “Let your light shine?”

Most of us have stumbled around in the dark looking, for the light switch. When we turn on the switch the light comes on and then we can see everything around us. We can see what we’re doing and where we are going. Light brings illumination.

There is another kind of illumination. It’s the kind meant by the common expression, “Shed light on the subject.”With this we mean information, intelligence or knowledge which opens up or explains an otherwise unrevealed matter. We know what the corresponding darkness is too. It is ignorance. When an obscure subject is illuminated to us with information we often say, “Oh, I see now”. That means we have just acquired insight. Physical light exposes things outside, information explains things inside. That’s why we call it insight.

It is in this sense that Jesus uses the word “light”. Just as sunlight scatters the darkness of the night, so does God’s Word dispel the inner or spiritual darkness of this world! God’s Word is His light! The Psalmist said the same thing: “The entrance of thy words (Psalm 119:130), and again, “Thy Word is a lamp unto my feet and a light unto my path” (119:105).

God’s Word shines. It’s like a street light scattering the spiritual darkness of this world. And those who use or declare God’s Word are illuminators. They are informers who bring insight to people so they can see what ‘God is doing in their lives. They are like helpers holding the light, so that God can be seen. Now if God’s Word is His light, what is “Your light” that is to shine?

If God’s light is His Word, then your light is your word. Just as God’s Word shines on His works to illuminate them, so can your light shine on your works, and what will men see, God’s hand working in your life. Without this light they will not see what God is doing, no matter how startling or dramatic it may be. No matter how spectacular the working of God is in your life, people will neither see it nor credit God for it.

Take the sun for example. Here is an amazing thing God provides. It rises each morning to fill the sky with its glory. There is no place a person can go to escape its witness. But do people wonder about it? Does it occur to them how such a thing came to be? No! If people can behold such a wonder in the sky and fail to see God’s hand, they will never credit Him for a small wonder in your life, unless we say something.  

There was a brother whose wife was hospitalized with polio. For years she lay in an iron lung until she passed away. Faithfully, three times a week, year in and year out, this brother would go to the hospital to be with her. People saw his faithfulness and said what a good husband he was. Beyond that, he did a great job caring of his children by himself. People saw this and said, “He is a wonderful father”.

He was a good and faithful Christian and the people said, “What a fine man he was.” But the only thing the people saw was this brother and his devotion to his wife, family and his church. They didn’t once consider that it was Jesus who made it all possible. They only thought, “What a wonderful person, I could never do that”.

Tell me, who got the credit, who got the praise? The people saw his good works but who did they glorify” They praised the brother, but they did not give the praise to God. Why not? His light was not shining. There were no words to illuminate the working of God in his life. Nothing from him indicated the Lord was responsible. Until he opened his mouth to credit the Lord specifically, no one was about to acknowledge the goodness of the Lord.

Sometime later his pastor went to visit with this brother and counsel with him about his situation. The pastor spoke to him of the goodness and mercy of God in his life. He spoke to him about how God had provided for him and his family throughout all the years his wife had been sick and how God had strengthen him so he was able to fulfill his obligations faithfully to his wife and family. The pastor mention to him that throughout all these year’s God had never left him but, that he was with him when he felt weak and all alone. He told him that he should always give thanks and rejoice in the Lord, in the good times and the bad. The father was able to understand that the joy of the Lord was his strength and that if it had not been for God in his life he would not be able to fulfill his obligations. He was able to see that it was not because of himself but because God was moving in his life.     

After the pastor’s visit at he began to talk about what God was doing in his life. After that everyone who commented on his good works leaned from him that it was Jesus who made it all possible. He gave God all the glory credit for everything. Then a new stream of comment arose, “If God can do that for him, maybe He can do it for me”.

People were forced to behold the grace of God, because of the words of this brother. His words illuminated his works compelling people to credit God for them, whether they wanted to or not. Without his words, he got all the praise and credit. It is vital and critical that we separate our light from our works. When we do this, we have a mighty tool for exalting Christ and witnessing.

 

 

 

Thursday, January 23, 2025

EL ESTRÉS Y LA ANSIEDAD

“No se preocupen por nada; más bien, en toda ocasión, mediante oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús”. Filipenses 4:6-7

El diccionario define el estrés como “tensión o esfuerzo físico, mental o emocional”. Un poco de estrés es necesario e incluso bueno, pero cuando hablamos de “estrés”, generalmente nos referimos a un esfuerzo o tensión mental o emocional excesiva o negativa. Si bien el “estrés” no se menciona específicamente en la Biblia, las Escrituras sí hablan de cosas como la ansiedad, la preocupación y los problemas, cosas que a menudo asociamos con el estrés.

Todos sufrimos estrés en un momento u otro. La forma en que lo enfrentamos depende de quiénes somos. Para algunos, el estrés emocional causa enfermedades físicas. Otros pueden volverse hiperproductivos. Por otro lado, algunas personas bajo estrés se bloquean mental y emocionalmente. Y, por supuesto, hay una variedad de otras respuestas. El estrés es una experiencia humana común, particularmente en un mundo donde las demandas de nuestro tiempo y atención parecen ser interminables. Nuestros trabajos, salud, familia y amigos pueden abrumarnos. La solución definitiva para el estrés es entregar nuestras vidas a Dios y buscar Su sabiduría con respecto a las prioridades. Él siempre da lo suficiente, por lo que no debemos dejarnos vencer por el estrés.

Una causa común de estrés es financiera. Nos estresamos por el dinero porque parece que nunca tenemos lo suficiente. Nos preocupamos por poder pagar todas nuestras cuentas, y muchos viven de sueldo a sueldo. O nos consumimos por el materialismo y, a su vez, nos estresamos por mantener nuestro estilo de vida. Algunos se estresan por las finanzas porque no confían en que Dios les provea las necesidades básicas de la vida. Pero Jesús dijo: “Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, qué vestirán. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido? ¿Y quién de ustedes, por mucho que se afane, podrá añadir una sola hora al curso de su vida?” (Mateo 6:25, 27). Es cierto que estamos llamados a ser buenos administradores del dinero y a proveer para nuestras familias (1 Timoteo 5:8), pero nunca debemos olvidar que Dios es, en última instancia, nuestro Proveedor. Si somos Suyos, no debemos temer que Él nos abandone. Por otro lado, hay quienes sufren estrés financiero más por codicia materialista que por necesidad real. El materialismo inevitablemente conduce al estrés porque, cuando buscamos los bienes del mundo, hemos caído en el “engaño de las riquezas” (Marcos 4:19), la mentira de que esas cosas alivian el estrés y conducen a la felicidad, la satisfacción y la alegría. No es así.

También podemos sentirnos estresados ​​cuando enfrentamos una dificultad o una prueba. Santiago 1:2-4 aconseja: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Y la paciencia lleve a cabo su obra, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”. Cuando enfrentamos dificultades, podemos sucumbir al estrés, o podemos verlo como un medio por el cual Dios puede fortalecer nuestra fe y moldear nuestro carácter (Romanos 5:3-5; 8:28-29). Cuando redirigimos nuestra atención a Dios, encontramos consuelo en nuestras penas y fortaleza para soportarlas (II Corintios 1:3-4; 12:9-10).

No importa el tipo de estrés que tengamos en nuestra vida, el punto de partida para enfrentarlo es Jesucristo. Jesús nos ofrece un gran estímulo en Juan 14:1: “No se turbe vuestro corazón. Creed en Dios, creed también en mí”. Lo necesitamos desesperadamente en nuestra vida. Lo necesitamos porque es el único que puede darnos la fuerza para enfrentar los problemas de nuestra vida. Creer en Él no significa que tendremos una vida libre de problemas o que no nos sentiremos abrumados por el estrés en nuestra vida. Simplemente significa que una vida sin Jesucristo hace que enfrentar el estrés sea una tarea imposible y a menudo debilitante.

Creer conduce a confiar. Proverbios 3:5-6 nos dice: “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”. Apoyarse en "nuestra propia prudencia" a menudo significa adoptar las formas del mundo de aliviar el estrés, cosas como el alcohol, las drogas o el entretenimiento sin sentido. No debemos dejar que el estrés nos invada, ni que nos obligue a abandonarnos a las drogas ni a las diversiones sin sentido. En lugar de ello, debemos confiar en Su Palabra como nuestra guía definitiva para una vida libre de estrés. David dice: “Busqué al Señor, y él me respondió, y me libró de todos mis temores” (Salmo 34:4). David sabía que si buscaba al Señor y compartía sus problemas con Él, tal vez encontraría Su favor. El Señor, a su vez, le respondió y lo calmó.

Quizás ningún pasaje de las Escrituras capte mejor cómo manejar el estrés que Filipenses 4:6-7: “No se preocupen por nada; más bien, en toda ocasión, mediante oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús”. El Señor nos dice que no nos preocupemos por nada, sino que le entreguemos todo en oración. Llevar nuestras cargas y preocupaciones a un Dios santo y justo a diario mitigará o eliminará el estrés en nuestras vidas. El Salmo 55:22 nos dice que depositemos todas nuestras preocupaciones sobre Él, porque Él nos sustentará y nunca nos fallará (1 Pedro 5:6-7). Jesucristo ofrece paz si acudimos a Él con nuestras preocupaciones e inquietudes. “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo” (Juan 14:27).

DIFERENCIA ENTRE EL ESTRÉS Y ANSIEDAD

1. El estrés es una respuesta a un desencadenante externo, mientras que la ansiedad es un sentimiento más persistente que puede no tener una causa específica.

2. El estrés suele ser de corta duración, mientras que la ansiedad puede ser duradera y crónica.

3. El estrés suele provocar síntomas físicos como dolores de cabeza o fatiga; la ansiedad puede causar preocupación y miedo excesivos.

4. El estrés suele estar vinculado a eventos específicos (por ejemplo, plazos laborales), mientras que la ansiedad puede surgir sin un desencadenante claro.

5. El estrés a menudo se puede controlar mediante estrategias de afrontamiento; la ansiedad puede requerir terapia o medicación.

6. El estrés puede afectar el rendimiento temporalmente; la ansiedad puede interferir con el funcionamiento diario y la calidad de vida.

7. El estrés activa la respuesta de lucha o huida del cuerpo; la ansiedad puede conducir a un estado de mayor preocupación sin peligro inmediato.

8. Las técnicas de manejo del estrés incluyen la relajación y la gestión del tiempo; la ansiedad puede requerir estrategias cognitivo-conductuales.

9. Tratamiento: el estrés a menudo se puede aliviar mediante cambios en el estilo de vida; La ansiedad puede requerir la intervención de un profesional para un tratamiento eficaz.

Existe una línea muy fina entre el estrés y la ansiedad. Ambos son respuestas emocionales, pero el estrés suele estar causado por un desencadenante externo. El desencadenante puede ser de corto plazo, como una fecha límite en el trabajo o una pelea con un ser querido, o de largo plazo, como no poder trabajar o una enfermedad crónica. Las personas estresadas experimentan síntomas mentales y físicos, como irritabilidad, ira, fatiga, dolor muscular, problemas digestivos y dificultad para dormir.

La ansiedad, por otro lado, se define como preocupaciones persistentes y excesivas que no desaparecen ni siquiera en ausencia de un factor estresante. La ansiedad produce un conjunto de síntomas casi idéntico al del estrés: insomnio, dificultad para concentrarse, fatiga, tensión muscular e irritabilidad.

Tanto el estrés leve como la ansiedad leve responden bien a mecanismos de afrontamiento similares. La actividad física, una dieta nutritiva y variada y una buena higiene del sueño son un buen punto de partida.

 

Si su estrés o ansiedad no responden a estas técnicas de manejo, o si siente que el estrés o la ansiedad están afectando su funcionamiento diario o su estado de ánimo, considere hablar con un profesional de salud mental que pueda ayudarlo a comprender lo que está experimentando y brindarle herramientas de afrontamiento adicionales.

 

El estrés de todo tipo es una parte natural de la vida (Job 5:7, 14:1; 1 Pedro 4:12; 1 Corintios 10:13). Pero la forma en que lo afrontemos depende de nosotros. Si optamos por intentar hacerlo por nuestra cuenta, no encontraremos un alivio duradero. La única forma en que podemos afrontar el estrés de forma constante y exitosa es con Jesucristo. En primer lugar, debemos creer en Él. En segundo lugar, debemos confiar en Él y obedecerle. Debemos confiar en que Él hará lo correcto porque Sus caminos siempre son los mejores para nosotros. La desobediencia y el pecado pueden producir estrés y alejarnos del único medio de paz y alegría. Al obedecer sus mandamientos, cosechamos las bendiciones del verdadero contentamiento que proviene de un Dios amoroso. Por último, debemos buscar su paz diariamente llenando nuestra mente con su Palabra, elevando todas las cosas a Él en oración y sentándonos a sus pies con asombro y reverencia. Solo por su gracia, misericordia y amor podemos controlar el estrés en nuestras vidas.

                                                                                                                                               

STRESS AND ANXIETY

  

"Do not be anxious about anything, but in everything by prayer and supplication with thanksgiving let your requests be made known to God. And the peace of God, which surpasses all understanding, will guard your hearts and your minds in Christ Jesus."  Philippians 4:6-7

The dictionary defines stress as "physical, mental, or emotional strain or tension." Some stress is necessary and even good. But when we talk about "stress," we are usually referring to excessive or negative mental or emotional strain or tension. While "stress" is not specifically mentioned in the Bible, Scripture does speak to things such as anxiety, worry, and trouble, things we often associate with stress.

Everyone suffers from stress at one time or another. How we deal with it depends on who we are. For some, emotional stress causes physical illness. Others might become hyper-productive. On the other hand, some people under stress shut down mentally and emotionally. And, of course, there are a variety of other responses. Stress is a common human experience, particularly in a world where the demands for our time and attention seem to be unending. Our jobs, health, family and friends can overwhelm us. The ultimate solution to stress is to surrender our lives to God and seek His wisdom regarding priorities. He always gives enough, so we need not be defeated by stress.

One common cause of stress is financial. We stress over money because we never seem to feel that we have enough. We worry about being able to pay all our bills, many living paycheck to paycheck. Or we become consumed by materialism and, in turn, stressed-out about maintaining our lifestyle. Some become stressed over finances because they don’t trust God to provide the basic necessities of life. But Jesus said, "Therefore I tell you, do not be anxious about your life, what you will eat or what you will drink, nor about your body, what you will put on. Is not life more than food and the body more than clothing? … And which of you by being anxious can add a single hour to his span of life?" (Matthew 6:25, 27). It is true that we are called upon to be good stewards of money and to provide for our families (I Timothy 5:8), but we must never forget that God is ultimately our Provider. If we are His, we need not fear that He will abandon us. On the other hand, there are those whose financial stress is caused more by materialistic greed than it is by true need. Materialism inevitably leads to stress because, when we seek the world’s goods, we have fallen for the "deceitfulness of wealth" (Mark 4:19), the lie that such things relieve stress and lead to happiness, contentment, and joy. They do not.

We might also find ourselves stressed when facing a hardship or trial. James 1:2-4 counsels, "Consider it pure joy, my brothers and sisters, whenever you face trials of many kinds, because you know that the testing of your faith produces perseverance. Let perseverance finish its work so that you may be mature and complete, not lacking anything." When we encounter hardship, we can succumb to stress, or we can view it as a means by which God can strengthen our faith and mold our character (Romans 5:3-5; 8:28-29). When we redirect our focus on God, we find comfort in our sorrows and strength to endure (II Corinthians 1:3-4; 12:9-10).

No matter the type of stress in our lives, the starting point for dealing with it is Jesus Christ. Jesus offers us great encouragement in John 14:1: "Let not your hearts be troubled. Believe in God; believe also in me." We desperately need Him in our lives. We need Him because He is the only one who can give us the strength to cope with the troubles in our lives. Believing in Him does not mean that we will have a trouble-free life or that we will not feel overcome by stress in our lives. It simply means that a life without Jesus Christ makes coping with stress an impossible and often debilitating task.

Believing leads to trusting. Proverbs 3:5-6 tells us to "trust in the Lord with all your heart, and do not lean on your own understanding. In all your ways acknowledge him, and he will make straight your paths." Leaning on "our own understanding" often means adopting the world’s ways of relieving stress, things like alcohol or drugs or mindless entertainment. Instead, we are to trust His Word as our ultimate guide to a stress-reduced life. David says, "I sought the Lord, and he answered me and delivered me from all my fears" (Psalm 34:4). David knew that by seeking the Lord and sharing his troubles with Him that perhaps he would find favor with Him. The Lord in turn answered him and calmed him down.

Perhaps no passage in Scripture better captures how to handle stress than Philippians 4:6-7: "Do not be anxious about anything, but in everything by prayer and supplication with thanksgiving let your requests be made known to God. And the peace of God, which surpasses all understanding, will guard your hearts and your minds in Christ Jesus." The Lord tells us not to be anxious about anything, but rather to turn everything over to Him in prayer. Lifting our burdens and concerns to a holy and righteous God daily will mitigate or eliminate the stress in our lives. Psalm 55:22 tells us to cast all our cares on Him because He will sustain us and never fail us (I Peter 5:6-7). Jesus Christ offers peace if we come to Him with our worries and concerns. "Peace I leave with you; my peace I give to you. Not as the world gives do I give to you. Let not your hearts be troubled, neither let them be afraid" (John 14:27).

DEFERENCE BETWEEN ANXIETY AND STRESS

1. Stress is a response to an external trigger, while anxiety is a more persistent feeling that may not have a specific cause.

2. Stress is usually short-term, whereas anxiety can be long-lasting and chronic.

3. Stress often leads to physical symptoms like headaches or fatigue; anxiety may cause excessive worry and fear.

4. Stress is often linked to specific events (e.g., work deadlines), while anxiety can arise without a clear trigger.

5. Stress can often be managed through coping strategies; anxiety may require therapy or medication.

6. Stress can affect performance temporarily; anxiety can interfere with daily functioning and quality of life.

7.  Stress activates the body's fight-or-flight response; anxiety can lead to a heightened state of worry without immediate danger.

8. Stress management techniques include relaxation and time management; anxiety may require cognitive-behavioral strategies.

9. Treatment: Stress can often be alleviated through lifestyle changes; anxiety may need professional intervention for effective treatment.

There’s a fine line between stress and anxiety. Both are emotional responses, but stress is typically caused by an external trigger. The trigger can be short-term, such as a work deadline or a fight with a loved one or long-term, such as being unable to work, or chronic illness. People under stress experience mental and physical symptoms, such as irritability, anger, fatigue, muscle pain, digestive troubles, and difficulty sleeping.

 

Anxiety, on the other hand, is defined by persistent, excessive worries that don’t go away even in the absence of a stressor. Anxiety leads to a nearly identical set of symptoms as stress: insomnia, difficulty concentrating, fatigue, muscle tension, and irritability.

 

Both mild stress and mild anxiety respond well to similar coping mechanisms. Physical activity, a nutritious and varied diet, and good sleep hygiene are a good starting point.

 

If your stress or anxiety does not respond to these management techniques, or if you feel that either stress or anxiety are affecting your day-to-day functioning or mood, consider talking to a mental health professional who can help you understand what you are experiencing and provide you additional coping tools.

 

Stress of all kinds is a natural part of life (Job 5:7, 14:1; I Peter 4:12; I Corinthians 10:13). But how we deal with it is up to us. If we choose to try to do it on our own, we will not find lasting relief. The only way we can consistently and successfully deal with stress is with Jesus Christ. First, we must believe in Him. Second, we need to trust Him and obey Him. We should trust Him to do what is right because His ways are always best for us. Disobedience and sin can produce stress and cut us off from the only means of peace and joy. By obeying His commandments we reap the blessings of true contentment from a loving God. Finally, we need to seek His peace daily by filling our minds with His Word, lifting all things to Him in prayer, and sitting at His feet in awe and reverence. It is only by His grace, mercy, and love that the stress in our lives can be managed.

 

Thursday, January 16, 2025

APLICANDO LA REGLA DE ORO

“Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.” Mateo 7:12

Dios simplifica; el hombre complica. Constantemente se pregunta, ¿Esta bien hacer esto o aquello? Se han escrito volúmenes de libros en un esfuerzo para contestar esta pregunta en el área de diplomacia, ética, filosofía, psicología, sociología y la religión. Jesús la contesta con una declaración simple, “La Regla de Oro.” Es única, inclusiva y conclusiva. Establece un principio general, y uno especialmente valioso para nuestra guía en preguntas dudables entre los hombres. Debemos hacerles a otros como queseáramos que ellos nos hicieran a nosotros. Esta es, en verdad,  una regla de oro. No prohíbe meramente toda malicia insignificante, venganza y fraude. Va mucho mas allá y resuelve un sin numero de cuestiones que en un mundo como hoy se presentan continuamente entre los hombres. Previene la necesidad de establecer interminables reglas pequeñas para casos específicos. Barre con todas cuestiones discutibles con un principio poderoso. ¿Cuántas cuestiones intrincadas se  decidirían pronto se esta regla honestamente se usara?

LA EXCELENCIA DE ESTA REGLA

LA REGLA DE ORO ES UNICA: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros…haced vosotros con ellos…”

Unos estudiosos insisten que este no es enseñanza nueva, que es una enseñanza antigua en vestido nuevo. Como prueba, citan varios maestros. Confuso, Sócrates y Platón habían expresado sentimientos negativos parecidos a este, pero ninguno de ellos lo habían declarado positivamente como Cristo. Uno puede obedecer lo negativo por hacer nada; la ley de la tierra puede exigir eso. Sólo el amor puede motivar lo positivo. El amor toma la iniciativa. Esta declaración de Jesús no es tanto una regla como un principio por el cual vivir. Pero hay diferencia definitiva. Las enseñanzas de estos maestros son negativas; las enseñanzas de Cristo son positivas. La de ellos es la “Regla de Plata;” la de Jesús es la “Regla de Oro.” Sus enseñanzas son las bases de la ética humana, las enseñanzas de Jesús son la base de la moralidad Cristiana. Estos maestros enseñaron, pero no dieron poder con el que obedecer. Jesús enseño y faculto Sus seguidores para obediencia.

Esta regla es enteramente perfecta y muy preciosa. Se dice que el Emperador, Alejandro Severus, fue tan fascinado por esta regla cuando la oyó, que nombro un de sus sirvientes para que la repitiera cuando tenia la ocasión de castigar a alguien, y mando que fuera inscrito en las partes mas frecuentados de su palacio y en muchos edificios públicos de la ciudad. También, profeso una estima tan alta para Cristo como haber sido el autor de tan excelente regla que lo incluyo entre las deidades de su pueblo.

LA REGLA DE ORO ES INCLUSIVA: “Así que, todas las cosas que queráis... los hombres…con vosotros”

Hasta este punto, ciertas situaciones se han citado en el Sermón del Monte. Pero, Jesús no se detiene allí. No podemos citar capítulos y versos para cada situación. Jesús no enseño reglas mecánicas para situaciones específicas. Él estableció un principio para abarcar todas experiencias. Jesús dijo “todas las cosas.” Esto comprende la totalidad de vida. No esta limitado a la familia, amigos, vecinos, o cristianos. Incluye extranjeros, enemigos, y cada persona como individuo.

LA REGLA DE ORO ES RAZONABLE:

Está fundado sobre la justicia y la igualdad original de todo hombre. Es muy fácil de comprender y fácil de recordar. Alguien lo ha llamado bien “La Ley Portátil.” Es portátil, fácil de recordar, siempre esta a la mano, siempre esta listo para ser invocado. En suma, Jesús dijo, “Ponte en el lugar del otro. Entonces procede en conformidad.”

¡Si esta regla simple era practicada por todo el mundo, que guerras, crímenes, e injusticias se prevendrían! ¡Que paz, beneficios sociales, y justicia resultaría! Viviendo por las reglas de los hombres han vuelto el mundo en un mar de miseria, sospecha, y conflicto. La Regla de Oro, trae a Dios a nuestros corazones y vida. Es valioso en su operación en su relación a otros.

LA REGLA DE ORO ES CONCLUSIVA: “Porque esto es la ley y los profetas.”

Perfección última depende de una norma perfecta. Este principio de la “Regla de Oro” es perfecto. Esta fue la contestación de Jesús a esos que decían que Él iba a anular la Ley y los Profetas. En cambio, dota a cada persona con un poder que trae la Ley y los Profetas a su fin destinado.

Motivos equivocados producen malos resultados. En las manos de un criminal, esta regla produciría crimen. Sólo cuando se sigue como fue el propósito de Jesús, pueden ser sus frutos paz, gozo, y justicia. Las desordenes sociales cesarían. Su aplicación general traería la deseada paz a los asuntos de nuestro país. Dice el Salmo 127: 1-2: Si Jehová no edificare la casa, En vano trabaja los que la edifican; Si Jehová no guardare la ciudad, En vano vela la guardia. Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, Y que comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño.” La armonía entraría las relaciones morales del hombre; la honestidad y sentimiento bueno en la  política nacional; amor fraternal en una Cristiandad dividida, y el espíritu de verdad y rectitud en la conducta de todo hombre.

Jesús, no solamente enseño la Regla de Oro, Él la siguió. Su vida certifica esto. Su ejemplo supremo esta en Su muerte en la Cruz. I Pedro 2:21-24; nos dice que Jesús se puso en el lugar del hombre. porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.          

 

      

 

 

                

 

APPLYING THE GOLDEN RULE

“Therefore, whatever you want men to do to you, do also to them, for this is the Law and the Prophets.” Matthew 7:12

God simplifies; man complicates. The question is constantly being asked, “Is it right to do this or that?” Volumes have been written in an effort to answer this question in the realms of diplomacy, ethics, philosophy, psychology, sociology, and religion. Jesus answers it with one simple statement “The Golden Rule.” It is unique, inclusive and conclusive. It lays down a general principle and one especially valuable for our guidance in all doubtful questions between men. We are to do onto others as we would that others should do unto us. This is a golden rule indeed. It does not merely forbid all petty malice, revenge and all cheating. It goes much further and settles a hundred different points which in a world like today are continually arising between men. It prevents the necessity of laying down endless little rules for specific cases. It sweeps the whole debatable ground with one mighty principle. How many intricate questions would be decided at once if this rule were honestly used?

THE EXCELLENCE OF THIS RULE:

IT IS UNIQUE: “Whatsoever ye would that men should do to you, do also to them.”

Some scholar’s insist that this is not a new teaching, but an old one in new dress. As proof, various teachers are cited. Confucius, Socrates, Plato, had all expressed negative sentiments resembling this, but none ever stated it positively as did Jesus. One can obey the negative by doing nothing; the law of the land can compel that. Only love can motivate the positive. Love takes the initiative. This statement of Jesus is not so much a rule as a principle by which to live. There is a definite difference. The teachings of these teachers are negative; the teachings of Jesus are positive. Theirs is the “Silver Rule;” Jesus’ is the “Golden Rule.” Their teachings are the bases of human ethics; the teachings of Jesus are the basis of Christian morality. These teachers taught but gave no power with which to obey. Jesus taught and empowered His followers for obedience.  

It is perfect through and through and very precious. It is said that The emperor, Alexander Severus, was so fascinated by this rule when he heard it that he had one of his servants repeat it whenever he had occasion to punish anyone, and caused it to be inscribed in the most frequented parts of his palace and on many public buildings. He also professed so high a regard for Christ as having been the author of so excellent a rule that he had him enrolled among the deities.

IT IS INCLUSIVE: “Therefore all things whatsoever ye would that men should do to you, do ye even so to them.”

Certain situations have been cited thus far in the Sermon. But Jesus does not stop there. We can not quote chapter and verse for every situation. Jesus did not teach mechanical rules for specific situations. He laid down a principle to cover all experiences. Jesus said “All things.”  This takes in the whole of life. It is not limited to family, friends, neighbors, or Christians. It includes strangers, enemies, every person as an individual.

IT IS REASONABLE:

It is founded on exact justice and the original equality of all men. It is very easy to understand and easy to remember. Someone has well called it “The Portable Law.” It is portable, easy to remember, always at hand, always ready to be appealed to. In short, Jesus said, “Put yourself in another’s place. Then act accordingly.” 

If this simple rule were followed by everyone what wars, crimes, and injustices would be prevented! What peace, social benefits, and righteousness would result! Living by mans rules has turned the world into a sea of misery, suspicion, and conflict. The golden rule brings God into our hearts and lives. It is valuable in its operation in its relation to others.

IT IS CONCLUSIVE: “For this is the law and the prophets.”

Ultimate perfection depends on a perfect standard. This principle of the “golden rule” is perfect. This is Jesus’ answer to those who said that He would disannul the law and the prophets. Instead He endows each person with a power which brings the law and the prophets to their intended end.

Wrong motives produce the wrong results. In the hands of a criminal, this rule would produce crime. Only when it is followed as intended by Jesus may its fruits be peace, joy and righteousness. Social disorders would cease. Its general application would bring the desired peace in the affairs of our country. Psalms 127:1-2 tells us that: “Except the LORD build the house, they labour in vain that build it: except the LORD keep the city, the watchman waketh but in vain.  It is vain for you to rise up early, to sit up late, to eat the bread of sorrows: for so he giveth his beloved sleep.”  Harmony would come in the moral relationships of men; honesty and good feeling into national politics; brotherly love into a divided Christendom, and the spirit of truth and righteousness into the conduct of all men.

Jesus, not only taught the Golden Rule, but He followed it. His life certifies this. Its supreme example is in His death on the cross. I Peter 2:21-24 tells us that Jesus put Himself in man’s place. “…because Christ also suffered for us, leaving us an example, that you should follow His steps: “Who committed no sin, Nor was deceit found in His mouth”; who, when He was reviled, did not revile in return; when He suffered, He did not threaten, but committed Himself to Him who judges righteously; who Himself bore our sins in His own body on the tree, that we, having died to sins, might live for righteousness— by whose stripes you were healed.” 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Wednesday, January 8, 2025

DIOS VE NUESTRO CORAZÓN

1 Samuel 16:7

Dios ve el corazón. El corazón en las Escrituras es la vida moral y espiritual interior de una persona. Proverbios 4:23 explica que todo lo que hacemos fluye de nuestro corazón. El corazón es el núcleo, la esencia interior de quienes somos: “El hombre bueno, del bien guardado en su corazón, saca cosas buenas; y el hombre malo, del mal guardado en su corazón, saca cosas malas. “Porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45).

II Crónicas 16:9 dice que los ojos de Dios están continuamente recorriendo la tierra para fortalecer a las personas cuyos corazones están completamente comprometidos con Él. Dios puede escudriñar nuestro corazón, examinar nuestras motivaciones y saber todo lo que hay que saber sobre nosotros (Salmo 139:1). Dios sabe si una persona será fiel. Dios ve lo que la gente no puede ver.

La Biblia tiene mucho que decir sobre las intenciones del corazón, nuestros motivos. Un motivo es la razón subyacente de cualquier acción. Proverbios 16:2 dice: “Todos los caminos del hombre le parecen limpios, pero el Señor examina sus intenciones”. El corazón es muy engañoso (Jeremías 17:9); podemos engañarnos fácilmente acerca de nuestros propios motivos. Podemos pretender que estamos eligiendo ciertas acciones para Dios o para el beneficio de los demás, cuando en realidad tenemos razones egoístas. Dios no se deja engañar por nuestro egoísmo y es “quien discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12).

Los seres humanos pueden actuar a partir de una variedad de motivaciones, a menudo negativas: el orgullo, la ira, la venganza, un sentido de derecho o el deseo de aprobación pueden ser todas razones para nuestras acciones. Cualquier motivación que se origine en nuestra carne pecaminosa no agrada a Dios (Romanos 8:8). Debido a que nuestros corazones son tan engañosos, debemos evaluar constantemente nuestros propios motivos y estar dispuestos a ser honestos con nosotros mismos acerca de por qué estamos eligiendo una determinada acción.

Entonces, ¿cuál es la motivación correcta? 1 Tesalonicenses 2:4 dice: “Nuestro propósito es agradar a Dios, no a los hombres. Sólo Él examina las intenciones de nuestro corazón”. Dios está interesado en nuestras motivaciones aún más que en nuestras acciones. 1 Corintios 4:5 dice que, cuando Jesús venga de nuevo, “sacará a la luz lo que está oculto en las tinieblas y pondrá al descubierto las intenciones del corazón. En ese momento cada uno recibirá su alabanza de parte de Dios”. Dios quiere que sepamos que Él ve lo que nadie más ve. Él sabe por qué hacemos lo que hacemos y desea recompensar a aquellos cuyos corazones son rectos hacia Él.

La motivación se convierte en un problema cuando no somos honestos con nosotros mismos acerca de por qué estamos haciendo las cosas. Cuando damos la apariencia externa de obedecer a Dios pero nuestros corazones están endurecidos, Dios lo sabe. Nos estamos engañando a nosotros mismos y también a los demás. La única manera en que podemos actuar con motivos puros es cuando “andamos en el Espíritu” (Gálatas 5:16, 25). Cuando le permitimos a Él controlar cada parte de nosotros, entonces nuestro deseo es agradarle a Él y no a nosotros mismos. Nuestra carne clama constantemente por exaltarse a sí misma, y ​​solo cuando andamos en el Espíritu no gratificaremos esos deseos de nuestra carne.

La gente tiende a juzgar el carácter y el valor de los demás mirando las apariencias externas. Pero Dios tiene la capacidad única de ver dentro de una persona. Dios conoce nuestro verdadero carácter porque “mira el corazón”.

Cuando llegó el momento de que Samuel ungiera al próximo rey de Israel, Samuel miró a los siete hermanos de David, pero Dios los rechazó a todos como Su elección para rey. Dios estaba buscando a alguien que tuviera un corazón fiel. Después de que Samuel pasó por alto a los otros hermanos, mandaron a buscar a David, que estaba cuidando las ovejas. Cuando David se presentó ante Samuel, el Señor le dijo: “Éste es” (1 Samuel 16:12).

David fue la elección de Dios, imperfecto pero fiel, un hombre conforme al corazón de Dios (Hechos 13:22). David no era una figura llamativa, pero había desarrollado un corazón que seguía a Dios. En el tiempo que pasó solo en los campos, pastoreando los rebaños, David había llegado a conocer a Dios como su Pastor (Salmo 23).

Las apariencias pueden ser engañosas. La apariencia externa no revela cómo son realmente las personas. La apariencia física no nos muestra el valor de una persona, su carácter, su integridad o su fidelidad a Dios. Las cualidades externas son, por definición, superficiales. Las consideraciones morales y espirituales son mucho más importantes para Dios.

David estaba lejos de ser perfecto. Cometió adulterio y asesinato (II Samuel 11), pero Dios vio en David a un hombre de fe profunda y duradera que estaba completamente comprometido a Dios. Dios vio a un hombre que dependería de Él para recibir fortaleza y guía (1 Samuel 17:45, 47; 23:2). Dios vio a un hombre que reconocería su pecado y su fracaso y que se arrepentiría y pediría perdón al Señor (II Samuel 12). Dios vio en David a un hombre que amaba a su Señor; un hombre que adoraba a su Señor con todo su ser (II Samuel 6:14); un hombre que había experimentado la limpieza y el perdón de Dios (Salmo 51) y había llegado a comprender las profundidades del amor de Dios por él (Salmo 13:5-6; 106:1). Dios vio a un hombre con una relación sincera y personal con su Creador. Cuando Dios miró el corazón de David, vio a un hombre conforme a su corazón (Hechos 13:22). Al igual que Samuel, no podemos ver lo que el Señor ve, y debemos confiar en Él para obtener sabiduría. Y podemos confiar en que, cuando Dios mira nuestro corazón, ve nuestra fidelidad, nuestro verdadero carácter y nuestro valor como individuos.

QUE DIOS CONOZCA TU CORAZÓN ES LA BASE PARA LA RECOMPENSA

“Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendrán recompensa de su Padre que está en los cielos” (Mateo 6:1). A veces es tan fácil concentrarse en lo que uno hace. En lo que también debes concentrarte es en por qué lo haces. ¿Alguna vez te has sentido ignorado? ¿Alguna vez has puesto todo de ti en algo solo para que cuestionen tus motivos? Otra de las razones por las que puedes encontrar consuelo es que Dios Conoce tu corazón porque es la base de tu recompensa. En este versículo de Mateo, Jesús nos dice que hay personas que hacen lo correcto por las razones equivocadas.

Externamente pueden parecer santos, desinteresados, devotos, humildes y cualquier otro tipo de apariencia espiritual. Sin embargo, por dentro solo lo hacen para ser vistos o por algún otro motivo egoísta. Tienen el corazón equivocado. ¿No es bueno saber que cuando haces algo con el corazón y la motivación correctos, Dios lo ve? Cuando ayudas en secreto no porque quieres ser visto sino porque quieres ser una bendición, Dios lo ve. Todo lo que haces para Dios que se hace con el corazón y la actitud correctos, Dios lo ve y te recompensará por ello. La recompensa puede no venir en esta vida, pero Dios te recompensará de todos modos. Es por eso que no necesitas buscar la validación de los demás, pero puedes encontrar la validación de Dios, quien mira y ve lo que haces y conoce los motivos de tu corazón.

CUANDO DIOS CONOCE TU CORAZÓN TE POSICIONA PARA EXPERIMENTAR SU GRACIA

A menudo pensamos en la gracia como Dios dándonos lo que no merecemos, lo cual es cierto, pero la gracia de Dios también se refiere a su fuerza para ayudarnos en tiempos de necesidad. 2 Corintios 12:9 dice: “Pero él me ha dicho: Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”.

El poder de la gracia de Dios se hace efectivo en tu vida cuando eres consciente de tus debilidades. Lo que hace que este versículo sea más asombroso es que Dios conoce nuestro corazón y nuestra debilidad y, a pesar de eso, está listo y dispuesto a derramar fuerza para ayudarnos a superarlas. Sin embargo, para acceder a esa fuerza, está buscando personas que reconozcan sus debilidades. Podemos cometer el grave error de huir de Dios debido a nuestras debilidades; en efecto, estamos huyendo de la gracia. Necesitamos correr hacia Dios con nuestras debilidades porque allí encontraremos gracia. Finalmente, descubrirás que Dios, que conoce tu corazón, hará que su poder se perfeccione en el lugar de tu mayor debilidad. Cuando eres honesto acerca de lo que hay en tu corazón, lo cual Dios ya sabe, esto no lo alejará. Sucede lo contrario, porque Dios te responde cuando eres honesto acerca de lo que hay en tu corazón y eso te posiciona para recibir su gracia (Salmo 51:17). Debemos acudir a Dios. Tal como somos, sin pretensiones. En pocas palabras, Dios está buscando personas que examinen sus corazones, reconozcan lo que hay en ellos y acudan a Él para permitirle que se ocupe de ello. Lo mejor de todo es que Dios ya conoce tu corazón y puedes consolarte sabiendo que Él ve lo que hay en tu corazón y está dispuesto a ayudarte de todos modos. Así de maravilloso es realmente nuestro Dios.

GOD SEES OUR HEART

1 Samuel 16:7

God looks at the heart. The heart in Scripture is a person’s inner moral and spiritual life. Proverbs 4:23 explains that everything we do flows from our hearts. The heart is the core, the inner essence of who we are: “A good man brings good things out of the good stored up in his heart, and an evil man brings evil things out of the evil stored up in his heart, “For the mouth speaks what the heart is full of” (Luke 6:45).

II Chronicles 16:9 says the eyes of God are continually roaming throughout the earth to strengthen people whose hearts are fully committed to Him. God can peer into our hearts, examine our motivations, and know everything there is to know about us (Psalm 139:1). God knows if a person will be faithful. God sees what people can’t see.

The Bible has a lot to say about the intentions of the heart, our motives. A motive is the underlying reason for any action. Proverbs 16:2 says, “All a person’s ways seem pure to them, but motives are weighed by the Lord.” The heart is very deceitful (Jeremiah 17:9); we can easily fool ourselves about our own motives. We can pretend that we are choosing certain actions for God or the benefit of others, when in reality we have selfish reasons. God is not fooled by our selfishness and is “a discerner of the thoughts and intents of the heart” (Hebrews 4:12).

Human beings can operate from a variety of motivations, often negative, pride, anger, revenge, a sense of entitlement, or the desire for approval can all be reasons for our actions. Any motivation that originates in our sinful flesh is not pleasing to God (Romans 8:8). Because our hearts are so deceitful, we should constantly evaluate our own motives and be willing to be honest with ourselves about why we are choosing a certain action.

So what is the right motivation? I Thessalonians 2:4 says, “Our purpose is to please God, not people. He alone examines the motives of our hearts”). God is interested in our motives even more than our actions. I Corinthians 4:5 says that, when Jesus comes again, “he will bring to light what is hidden in darkness and will expose the motives of the heart. At that time each will receive their praise from God.” God wants us to know that He sees what no one else sees. He knows why we do what we do and desires to reward those whose hearts are right toward Him.

Motivation becomes an issue when we are not honest with ourselves about why we are doing things. When we give the outward appearance of obeying God but our hearts are hard, God knows. We are deceiving ourselves and others, too. The only way we can operate from pure motives is when we “walk in the Spirit” (Galatians 5:16, 25). When we allow Him to control every part of us, then our desire is to please Him and not ourselves. Our flesh constantly clamors to exalt itself, and only when we walk in the Spirit will we not gratify those desires of our flesh.

People tend to judge the character and worth of others by looking at outward appearances. But God has the unique ability to see inside a person. God knows our true character because he “looks at the heart.”

When the time had come for Samuel to anoint Israel’s next king, Samuel looked at all of David’s seven brothers, but God rejected them all as His choice for king. God was looking for someone who had a faithful heart. After Samuel passed over the other brothers, they sent for David, who was out tending the sheep. When David came before Samuel the Lord said, “This is the one” (I Samuel 16:12).
David was God’s choice, imperfect but faithful, a man after God’s heart (Acts 13:22). David was not a striking figure. But David had developed a heart after God. In his time alone in the fields, shepherding the flocks, David had come to know God as his Shepherd (Psalm 23).

Appearances can be deceiving. The outward appearance doesn’t reveal what people are really like. Physical looks don’t show us a person’s value or character or integrity or faithfulness to God. Outward qualities are, by definition, superficial. Moral and spiritual considerations are far more important to God.

David was far from perfect. He committed adultery and murder (II Samuel 11). But God saw in David a man of deep, abiding faith who was wholly committed to Him. God saw a man who would depend on Him for strength and guidance (I Samuel 17:45, 47; 23:2). God saw a man who would recognize his sin and failure and who would repent and ask the Lord for forgiveness (II Samuel 12). God saw in David a man who loved his Lord; a man who worshiped his Lord with all his being (II Samuel 6:14); a man who had experienced God’s cleansing and forgiveness (Psalm 51) and had come to understand the depths of God’s love for him (Psalm 13:5-6; 106:1). God saw a man with a sincere and personal relationship with his Creator. When God looked at the heart of David, He saw a man after His own heart (Acts 13:22). Like Samuel, we can’t see what the Lord sees, and we must rely on Him for wisdom. And we can trust that, when God looks at our hearts, He sees our faithfulness, our true character, and our value as individuals.

GOD KNOWING YOUR HEART IS THE BASIS FOR REWARD

“Be careful not to practice your righteousness in front of others to be seen by them. If you do, you will have no reward from your Father in heaven.” (Matthew 6:1). It is so easy sometimes to focus on what you do. What you must also focus on is why you do it. Have you ever felt overlooked? Have you ever poured your all into something only for your motives to be questioned? One of the other reasons you can find comfort that God knows your heart is because it is the basis for your reward. In this verse in Matthew, Jesus is telling us there are people out there who do the right thing for the wrong reasons. 

Outwardly they may look holy, selfless, prayerful, humble and any other type of spiritual look. However inwardly they are only doing it to be seen or some other selfish motive. They have the wrong heart. Isn’t it good to know that when you do something with the right heart and motive that God sees it? When you help in secret not because you want to be seen but you want to be a blessing, God sees that. Everything you do for God that is done with the right heart and attitude, God sees it and will reward you for it. The reward may not come in this life, but God will reward you, nonetheless. That’s why you don’t need to search for validation from others, but you can find validation from God who looks and sees what you do and knows the motives of your heart.

WHEN GOD KNOWS YOUR HEART IT POSITIONS YOU TO EXPERIENCE HIS GRACE

We often think of grace as God giving us what we don’t deserve, which is true, but God’s grace also refers to his strength to help us in time of need.  II Corinthians 12:9 says; “But he said to me, “My grace is sufficient for you, for my power is made perfect in weakness.”

God’s power of grace is made effective in your life when you are aware of your weaknesses. What makes this verse more amazing is God knows our heart and weakness and, despite that, is ready and willing to pour out strength to help us overcome them. However, to access that strength he is looking for people that will acknowledge their weaknesses. We can make the critical mistake of running from God because of our weaknesses, in effect, we are running from grace. We need to run to God with our weaknesses because there we will find grace. You will ultimately discover that God who knows your heart will make his power perfect in the place of your greatest weakness. When you are honest about what is in your heart, which God knows anyway, this will not push God away. The opposite happens because God responds to you when you are honest about what is in your heart and that positions you to receive his grace (Psalm 51:17).

We must go to God. Just the way we are with no pretenses. Simply put God is looking for people who will examine their hearts, acknowledge what is in there, and come to him to allow him to deal with it. Best of all God already knows your heart and you can take comfort in knowing that he sees what is in your heart and he is willing to help anyway. This is just how wonderful our God truly is.

Saturday, January 4, 2025

NO MIRES ATRÁS

 

Génesis 19: 19:15-26  

Este sencillo, pero poderoso mandamiento nos invita a entender que el caminar en la fe requiere una mirada constante hacia el futuro, un corazón dispuesto a avanzar, y una mente centrada en el propósito que Dios ha trazado para cada uno de nosotros.

A lo largo de las Escrituras, encontramos numerosas exhortaciones a no volver atrás, a no aferrarnos al pasado, sino a avanzar con fe hacia el futuro que Dios ha preparado para nosotros. Este mensaje es vital porque refleja el carácter de nuestra vida cristiana: una vida de constante transformación, crecimiento y renovación.

En Génesis 19:26, vemos un ejemplo claro y trágico de lo que sucede cuando miramos atrás. La esposa de Lot, desobedeciendo la instrucción divina, miró hacia atrás mientras huían de Sodoma y fue convertida en una estatua de sal. Este acto no fue solo una simple mirada, sino un símbolo de su apego al pasado, a las cosas de la vida antigua, y la incapacidad de entregarse completamente al plan de Dios para su futuro.

Este relato nos enseña que mirar atrás puede significar más que un simple recuerdo; puede representar un deseo de retornar a lo que Dios ya nos ha pedido dejar atrás. Es un acto de desobediencia y de falta de confianza en lo que Dios tiene por delante para nosotros. Mirar atrás puede impedirnos avanzar en la voluntad de Dios, y a menudo nos ancla a un lugar de estancamiento espiritual.

El Nuevo Testamento nos ofrece enseñanzas claras sobre la necesidad de avanzar sin mirar atrás. Jesús, en Lucas 9:62, dijo: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”. Aquí, Jesús utiliza la metáfora del arado, una herramienta de trabajo que requiere concentración y dirección. Para aquellos que araban, mirar atrás podría desviar el arado y hacer que el surco sea desigual, ineficiente.

Esto se aplica directamente a nuestra vida cristiana. Cuando ponemos nuestra mano en el arado de la fe, debemos avanzar con determinación, mirando siempre hacia adelante, hacia lo que Dios está obrando en nuestras vidas. Si seguimos mirando atrás, nuestros pasos se vuelven inestables, y corremos el riesgo de desviarnos del camino que Dios ha trazado para nosotros.

Jesús nos llama a seguirle con todo nuestro corazón, sin titubeos ni reservas. Seguir a Cristo implica dejar atrás nuestra antigua vida, con sus errores, pecados y cargas, y abrazar la nueva vida que Él nos ofrece. Es un compromiso total y absoluto. Como cristianos, estamos llamados a vivir en el presente y a caminar con fe hacia el futuro, confiando en que Dios tiene planes de bien y no de mal para nosotros (Jeremías 29:11).

La reminiscencia es una emoción poderosa que puede, si no se maneja adecuadamente, convertirse en una trampa espiritual. Es natural recordar el pasado con cariño, pero cuando esos recuerdos se convierten en un obstáculo para avanzar, se vuelven peligrosos. En Filipenses 3:13-14, el apóstol Pablo nos muestra una actitud ejemplar: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” Pablo nos exhorta a olvidar lo que queda atrás y a extendernos hacia lo que está delante. Esta actitud no significa una amnesia espiritual, sino una elección consciente de no permitir que el pasado controle nuestro presente o determine nuestro futuro. La nostalgia puede hacernos idealizar tiempos pasados, llevándonos a pensar que lo mejor de nuestras vidas ya ha pasado, lo cual es contrario a la promesa de Dios de que Él siempre tiene algo nuevo y mejor para nosotros.

Es crucial que, como hijos de Dios, aprendamos a dejar atrás no solo los fracasos y pecados, sino también los éxitos pasados. A veces, nuestros logros de ayer pueden convertirse en el mayor obstáculo para nuestros avances de hoy si nos aferramos a ellos en lugar de buscar lo nuevo que Dios quiere hacer en nuestras vidas.

Para no mirar atrás, es fundamental que nuestra fe esté firmemente anclada en Cristo. La fe es lo que nos impulsa hacia adelante, lo que nos da la fuerza para soltar el pasado y abrazar lo que Dios tiene preparado para nosotros. En Hebreos 11:1 se define la fe como “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Esta certeza y convicción nos permiten avanzar con confianza, sabiendo que aunque el futuro es incierto, Dios ya lo ha planeado y lo ha preparado para nuestro bien.

La fe nos da la perspectiva correcta para no aferrarnos a lo que fue, sino a confiar en lo que será. Cada día es una nueva oportunidad que Dios nos da para crecer, aprender y avanzar. Cuando miramos hacia atrás con dudas o arrepentimientos, estamos debilitando nuestra fe en el poder transformador de Dios y en Su capacidad para guiarnos hacia un futuro mejor.

La fe es el motor que nos impulsa a seguir adelante, incluso cuando el camino es difícil. Es lo que nos sostiene en momentos de incertidumbre y nos da la fortaleza para seguir avanzando cuando el pasado nos llama de nuevo.

La Biblia está llena de ejemplos de personas que, al dejar atrás sus pasados, fueron bendecidas por Dios con nuevos comienzos. Abraham dejó su tierra natal para seguir el llamado de Dios hacia una tierra que Él le mostraría. Abraham no miró atrás; no permitió que el miedo o la incertidumbre lo detuvieran. En su obediencia, Dios lo bendijo y lo hizo el padre de muchas naciones (Génesis 12:1-4). Moisés tuvo que dejar atrás su vida en Egipto, con todo el poder y el privilegio que conllevaba, para cumplir el propósito de Dios de liberar a su pueblo. Moisés enfrentó grandes desafíos, pero no volvió atrás. Avanzó con fe y Dios lo usó poderosamente.

Estos ejemplos nos enseñan que Dios siempre recompensa la fe y la obediencia. Cuando dejamos atrás lo que Dios nos pide dejar, Él nos guía hacia nuevas oportunidades y bendiciones. No podemos alcanzar las promesas de Dios si seguimos aferrándonos a lo que Él ya nos ha pedido soltar.

Parte de no mirar atrás es aprender a perdonar y dejar ir. El perdón es esencial para el progreso espiritual. Jesús nos enseña en Mateo 6:14-15 que si no perdonamos a otros, nuestro Padre celestial tampoco nos perdonará. Aferrarse a la falta de perdón es una forma de mirar atrás, de mantenerse atado a las heridas del pasado.

El perdón libera, sana y nos permite avanzar. Es un acto de fe en sí mismo, porque al perdonar, confiamos en que Dios es justo y que Él se encargará de lo que nosotros no podemos. Además, el perdón nos restaura y nos prepara para recibir las bendiciones que Dios tiene para nosotros en el futuro.

Así como Dios nos perdona y no recuerda más nuestros pecados (Hebreos 8:12), nosotros también debemos aprender a soltar el pasado, a no mirar atrás con rencor o resentimiento, sino con un corazón lleno de gracia y dispuesto a avanzar.

Él tiene un propósito y un plan que es bueno, y nuestro enfoque debe estar en esa promesa, no en lo que quedó atrás. Somos llamados a avanzar con fe, a no mirar atrás (Filipenses 3:12-14). Dios tiene grandes cosas preparadas para aquellos que confían en Él y siguen adelante con determinación. Soltemos el pasado, con sus alegrías y tristezas, y extendámonos hacia lo que está delante, sabiendo que Dios está con nosotros en cada paso del camino.

No permitamos que el pasado nos impida alcanzar las promesas de Dios. Pongamos nuestra mirada en Cristo, el autor y consumador de nuestra fe, y avancemos con esperanza hacia el futuro glorioso que Él ha preparado para nosotros. ¡No mires atrás, porque lo mejor está por venir!